martes, 12 de julio de 2011

CAPITULO 12. SENTIMIENTOS DE CULPA.


Tenía gracia que estuviera dirigiéndose al mismo lugar donde horas antes Tristán se le había declarado.
       En un principio había decidido no volver a verlo durante el mayor tiempo posible, nunca hubiera pensado que su reencuentro fuese tan pronto, y mucho menos a solas.
       En su mente había analizado las posibles salidas que podía ocasionar ese encuentro , podían fingir como que no había pasado nada y tratarse con fría cortesía o lo que sería más propio de él, meter el dedo en la llaga rememorando sucesos y sentimientos que solo conseguirían hacerle más daño.
       Hizo que Fernando frenara el coche en frente de una gran masa de árboles que ocultaban una enorme casa blanca que conocía como la palma de su mano.
       No sabía cuanto tiempo paso oyendo una y otra vez la misma canción, se identificaba con la letra y la hacía sentir que alguien en el mundo la comprendía.
       Unos golpecitos en la puerta del coche le hicieron darse cuenta del tiempo que había estado ensimismada en sus pensamientos. Cuando se dio la vuelta se dio cuenta que no iba a contar de más tiempo para aclarar sus ideas, pues ante ella estaba la figura imponente de Tristán. Cuando este abrió la puerta del coche se lo olvidó todo lo que estaba pensando unos segundos antes, lo único que podía pensar era que con solo una palabra de sus labios él sería suyo.
       Tristán utilizando ese increíble don para quitar toda la magia del momento dijo:
-         ¿Se puede saber que estás haciendo? ¿Cómo se te ha ocurrido traerlo aquí?
De pronto se dio cuenta, había llevado a Fernando a un lugar que había sido secreto durante siglos, y ella solo en unos meses había traicionado la confianza de las únicas personas que habían confiado en ella.
No podía mirar a Tristán a los ojos, se sentía terriblemente avergonzada, probablemente no soportaría volver a mirar a la cara a Ángel sin sentirse culpable ya que este era el que tan emocionado le había enseñado el lugar.
De repente se acordó de todo, Ángel estaba en peligro, no había tiempo de sentiré culpable y menos cuando tenía en frente al verdadero responsable de todo lo que estaba pasando.
La ira subió en forma de rubor hasta sus mejillas y le espetó:
-         ¡Todo es culpa tuya! Ángel me contó todo, lo que le vas a mandar a hacer ¿Y sabes qué? Me da igual Fernando, me llevas a millones de sitios todos los días, ¿qué tiene de especial este lugar? Es el bosque donde nos liamos por primera vez ¿y qué? No tiene porque ser secreto, al fin y al cabo fue la primera vez pero no la última… - dijo guiñándole el ojo pícaramente sonriendo por dentro por su mente avispada.
Tristán dejó traslucir una sonrisa perversa al comprender su juego, y después la atrajo hacia sí y la besó con pasión, inmovilizándole las manos contra el coche para que no pudiera apartarlo fácilmente.
Clara sorprendida por el beso no pudo reaccionar a tiempo, cuando quiso darse cuenta estaba completamente bloqueada, no había salida de escape posible. Cuando Tristán la soltara no podría defender sin levantar sospechas en Fernando, Tristán tenía la situación totalmente controlada.
Los segundos pasaban y el calor infernal que recorría su cuerpo se acrecentaba por momentos hasta un punto insoportable, hasta tal punto que le produjo un gemido involuntario, que Tristán malinterpretó como una muestra de que estaba disfrutando.
Tristán volvía a tener confianza en si mismo, soltó sus manos y  la rodeó con sus fuertes brazos que a Clara le parecieron garras. Lo que en un principio había sido un beso, se convirtió en un acto de deseo y lujuria sin ningún tipo de control.
Fernando terriblemente incómodo tosió varias veces, lo que le hizo darse cuenta a Tristán de donde estaban, apartó a Clara con delicadeza y le sonrió con una sonrisa de oreja a oreja.
Clara no podía creer que el dolor hubiera remitido, aún sentía su carne arder en llamas, pero con menos intensidad que antes. Sus piernas temblaban por el esfuerzo y solo veía la silueta de Tristán mirándola.
Tristán no oía la tos de Fernando a sus espaldas, solo tenía ojos para Clara, estaba blanca como la cal y si no la hubiera cogido en brazos se hubiera caído al suelo. ¿Qué había hecho?
Le quitó el pelo de los ojos con ternura y le dijo al oído que se iba a poner bien, tan solo fue un susurro casi imperceptible pero lleno de cariño.
Le dijo adiós con la mano a Fernando y salió corriendo por la espesura del bosque abrazando a Clara con fuerza, repitiendo sin cesar que todo iba a ir bien, que ella se pondría bien, cuando ni el mismo estaba seguro de creérselo.
Nunca le había pasado algo así, siempre le habían dicho que besaba bien y jamás había dejado a ninguna chica moribunda. Era un monstruo, y lo peor de todo es que había disfrutado como nunca con ese beso, había abandonado por completo su sentido común olvidándose de todo y poniendo en peligro a Clara, algo que no podría perdonarse. No sabía como pudo hacerle eso, pero tenía varias suposiciones y si su instinto no le fallaba serían acertadas.
Depositó con cuidado a Clara en el sofá y le dijo con dulzura:
-        Ahora vengo cariño – acto seguido le dio un beso en la frente y salió a por un termómetro.
Estaba desesperado, no sabía que hacer en situaciones como esa, él y Lucía en la vida se habían puesto enfermos, ni siquiera había un catarro en su historial.
Tenía que hacer que Lucía fuese inmediatamente en su ayuda, si alguien sabía lo que había que hacer esa era ella.
Cogió el móvil a toda prisa y marcó el número de Lucía. Dos pitidos después una voz infantil contestó:
-        ¿Diga?
-        ¡Lucía! Tienes que venir, Clara está muy mal, está muy caliente y no se puede tener en pie ¡No se qué hacer!
-        Tranquilízate, seguro que no es nada, primero ponle el termómetro y mantén su frente fría con paños mojados con agua fría, asegúrate de cambiarlos cuando sea necesario. No te pongas nervioso, las personas normales siempre se ponen enfermas.
-        Clara no es normal, tú no lo entiendes, es culpa mía… todo es culpa mía. Ella estaría mucho mejor sino me hubiese conocido… - no pudo decir una palabra más, las lágrimas resbalaban por sus mejillas y su respiración entrecortada estuvo a punto de asfixiarle.
Lucía al otro lado del teléfono se asustó por la gravedad del asunto, querría correr junto a él y consolarlo, nunca lo había visto así, nunca le había visto si quiera una lágrima y no sabía si esa repentina muestra de humanidad sería buena para él.
-        ¡Tristán no es culpa tuya! Eres bueno, siempre has cuidado de mí sin pedir nada a cambio. Sea lo que sea lo que le ha pasado a Clara no es culpa tuya y quiero que te quites esa estúpida idea de la cabeza. Si no tuviera que ayudar a Ángel, iría ahora mismo a patearte el culo hasta que dejaras de echarte la culpa. Quiero que sepas que de lo único que tienes la culpa es de ser la persona más maravillosa que he conocido.
-        ¿No conoces a mucha gente, no? Lucía la he besado, la he besado y lo volvería a hacer, soy tan repulsivo que lo haría solo para sentirme así otra vez, estaba en el cielo y me bajaron cruelmente otra vez a la triste realidad. ¿Cómo puedo ser tan egoísta siendo consiente del daño que puedo llegar a causarle? Cuando la besaba sentía como si mi sangre hirviera dentro de mí, apenas un cosquilleo reconfortante. ¿Te puedes imaginar lo que ese cosquilleo casi imperceptible para mi pudo ser para ella?
-        Tristán esto parece realmente grave, tienes que hacer lo que te he dicho y rápido. Por lo que me has contado has transmitido por un periodo de tiempo el poder del fuego a una persona que no lo posee, como deduzco no te había pasado nada así antes y tampoco tenemos ningún informe de que haya pasado ninguna vez en la historia. Ni se te ocurra darle ninguna medicina y si la temperatura es muy alta y no baja tendrás que darle un baño con agua tibia, ni se te ocurra aprovecharte de ella Tristán y lo digo en serio, no le pongas una mano encima, te estoy vigilando.
Colgó y salió escopetado a la habitación donde había dejado a Clara. El corazón se le paró al verla tan indefensa. Su piel brillaba intensamente por el sudor y su cara reflejaba un sufrimiento intenso, su boca en una mueca involuntaria estaba cerrada firmemente y con fuerza, Tristán no pudo evitar preguntarse si se estaba haciendo daño.
Se arrodilló a su lado y le tocó la frente, estaba tan caliente que dio un brinco asustado, le puso el termómetro y salió en busca de paños mojados.



La última hora se había limitado a apretarle la mano con fuerza y a mirarla fijamente. Cuando contraía la cara y se revolvía inquieta, tatareaba una canción de cuna y la arrullaba entre sus brazos. No le molestaba hacerlo, lo consideraba una penitencia por lo que había hecho. Podía pasarse el día entero mirándola, casi lamentaba cuando tenía que cambiar el paño.
El tiempo pasaba y no había mejoras aparentes, apenas había bajado de temperatura. Tenía miedo de que no mejorase y tener que bañarla. Jamás había tenido pudor alguno, pero el aprovecharse de una chica indefensa no iba con él.
Un escalofrío hizo que Clara se estremeciera, tampoco paraba de decir cosas incoherentes y Tristán creyó ver como dos lágrimas salían de sus ojos, aunque no supo decir si eran sudor.
No podía seguir viendo como sufría, le daría un baño, se refrescaría y le bajaría la fiebre. No le quitaría la ropa interior, sería como si estuviera en bikini y mientras que no tocase más que lo justamente necesario no estaría aprovechándose de ella. No tenía de que avergonzarse, era lo mejor para ella y eso era lo importante.
La cogió en sus brazos y la llevó al cuarto de baño, tenía la suerte de que no pesaba mucho, pero aún así sabía que al día siguiente no podría moverse, ni con todo su entrenamiento había conseguido ser de piedra, pero ayudaba bastante, la espada no es precisamente liviana pero sus músculos se habían acostumbrado a suportar su peso igual que el de Clara.
Abrió el grifo y ajustó la temperatura del agua.
Agradeció para sus adentros que a Lucía le gustase darse baños relajantes en la bañera. Nadie podía si quiera acercarse a su santuario de relajación personal, pero consideró que era una ocasión especial.
Y ahora llegaba la parte difícil, esperaba que no llevase ropa interior provocativa. Le quito la ropa con cuidado, procurando mirar lo mínimo posible, sin embargo no pudo evitar que un leve rubor asomase a sus mejillas.
Con cuidado la metió en el agua y le mojo la cara y el pelo con delicadeza.
Sonrió al darse cuenta del alivio que le daba que la ropa interior negra no se transparentase, normalmente hubiera sido una desilusión muy grande.
Ahora que por fin había logrado entrar en el cuarto de baño prohibido sin Lucía merodeando por ahí, se permitió echar un vistazo. Había velas aromáticas distribuidas por la habitación, en un estante encontró sales de baño y hiervas de procedencia dudosa. También se dio cuenta de que no había ninguna bombilla, solo había enormes ventanas que daban al jardín que con tanto esmero cuidaba Lucía. Tristán también se dio cuenta de que a pesar del tamaño de las ventanas estaban estratégicamente colocadas para que no se pudiera ver nada desde el exterior.
Un leve murmullo de Clara bastó para que al segundo Tristán estuviera a su lado, le toco la frente ansioso, aún no había mejoras, pero el baño no le haría daño alguno.


Había pasado un día, le había dado baños de diez minutos cada media hora, siempre a su lado, apenas había dormido en toda la noche, había intentado echarse una siestecita varias veces, pero siempre se despertaba al más mínimo movimiento. Cuando por fin había conseguido dormir más de una media hora seguida, un traqueteo lo despertó, sobresaltado abrió los ojos y al no ver a Clara a su lado salió disparado hacia la cocina.
En la cocina se encontró a Clara, que le sonreía con una sonrisa forzada. Mostraba una imagen de lo más graciosa vestida con la ropa de Lucía y el pelo despeinado.
Tristán no pudo evitar correr hacia ella y abrasarla hasta dejarla sin respiración, cuando la soltó le dijo:
-        No me vuelvas a hacer esto.
-        Pues procura no besarme hasta quemarme viva.
No había malicia en sus palabras, pero Tristán se sonrojó y bajo la mirada avergonzado, recordando de pronto lo que había olvidado en un breve momento de alegría.
-        Lo siento nunca podré compensarte por lo que te hice, pero procuraré no cruzarme en tu camino.
-        No digas eso, me has estado cuidando todo este tiempo, si no fuera por ti ahora mismo estaría retorciéndome de dolor.
-        Si no fuera por mi no hubieras tenido que hacerlo.
Clara se acordó de lo difícil que era razonar con él, si no quería entenderlo no iba a escucharla.
Se encogió de hombros y siguió rebuscando entre los cacharros. Tristán le cogió de la mano y le impidió seguir:
-        ¿Se puede saber que haces? Hasta que no te recuperes por completo no te voy a dejar que te muevas de la cama, si tienes hambre yo te haré la comida.
-        No tengo hambre, estaría mala pero me daba cuenta de cómo me hacías tragar potaje molido. Te estoy haciendo una infusión para que duermas bien, un mero agradecimiento por cuidar de mi todo este tiempo, descansa, estará listo en un santiamén, he llamado a Lucía y me a dicho donde está todo, tú solo relájate – dijo acariciando su brazo seductoramente.
Tristán se estremeció no obstante no se movió.
-        Clara todavía estás caliente, seguro que tienes fiebre, enserio…. – dio un brinco cuando la mano de Clara ascendió hasta su mejilla.
-        Estaré bien en serio – dijo aproximándose peligrosamente – ¿quieres quedarte a ayudarme?
-        No, mejor no, creo que estás mejor, no necesitas mi ayuda – dijo alejándose paso a paso sin perderla de vista.
Clara sonrió maliciosamente, los tíos eran demasiados fáciles, seguramente solo con desabrocharse dos botones de la camisa ya estaría a sus pies o saliendo despavorido por el miedo. Había jugado sucio y lo sabía, pero no le convenía tener a Tristán cerca de la cocina, era verdad que le iba a hacer una infusión, solo que con un ingrediente especial. El plan había cambiado debido al inesperado accidente pero el objetivo era el mismo.
En unos minutos, Clara salió de la cocina sonriente y con una taza humeante con un potente somnífero dentro, dejó la taza en la mesilla de noche y se sentó en el borde de la cama, dejándole espacio.
-        Tristán gracias, Lucía me lo a contado todo, ya se que has suspendido todo, Ángel no irá a combatir, no sabes cuanto te lo agradezco, pero… ¿Sabes si está muy lejos? Quiero decir todavía estoy mala y querría tenerlo cerca ¿Sabes donde está? ¿Tardará mucho en llegar?
Tristán creyendo entender lo que tramaba Lucía contestó:
-        No lo sé, tardará bastante seguramente, porque tiene que visitar a algunos aliados, ya sabes.
Clara frustrada cogió la taza y le dio de beber hasta la última gota, le acarició la mejilla y le susurro al oído:
-        Lo siento, era necesario.
Tristán la vio alejarse confuso, hacia unos días que le había dejado claro que no quería saber nada de él, y ahora le trataba como si estuviera profundamente enamorada. Así eran las mujeres, incomprensibles, solo hacia falta estar a punto de matarlas para que cayeran rendidas a sus pies.
Clara esperó oír los ronquidos de Tristán para llamar, debido a la falta de información necesitaría ayuda.
-        ¿Tristán?
-        Lamento decepcionarte, Paula necesito tu ayuda, Ángel está en peligro y tu eres la única a la que le da igual saltarse las normas, ¿te apuntas?