domingo, 13 de marzo de 2011

CAPITULO 2. CELOS

Las semanas siguientes, habían puesto al corriente a Clara de los movimientos “del enemigo”. Era una especie de secta de aproximadamente treinta componentes solamente, puesto que los humanos no creemos más allá de lo que ven nuestros ojos, claro que siempre hay excepciones.
Tristán le había dado un libro de hechizos para sustituir el chamuscado, aunque tampoco es que sirviera de mucho, ya que no podía practicarlos sin el medallón del águila,(el símbolo del aire).
Clara se había enterado, que solo ella era la única que no poseía ningún medallon, se había perdido quizás para siempre
Su relación con Tristán no hacía sino empeorar, no paraban de discutir ni un instante, siempre mediante sarcasmos y burlas. Pero en el fondo, sabía que debajo de esa faceta arrogante había algo más, y estaba dispuesta a sacarlo a la luz.
En cambio Ángel, seguía siendo un misterio, casi ni hablaban y cuando lo hacían eran siempre palabras secas, lo que le dolía, pues con el resto era sociable. 
Y Lucía era la dulzura y la ingenuidad personificada, casi se podía decir que era un ángel, pero Clara siempre había pensado que de buena a tonta solo había un paso, y Lucía estaba a punto de darlo.
Por todo ello, necesitaba a Samuel a su lado en medio de esa panda de frikis, era el único al que podía pedir consuelo, todo esto la superaba, ella no quería esa responsabilidad sobre sus hombros, ella siempre había sido una chica “corriente”, con la sola preocupación de la ropa que se pondría al día siguiente, y de repente tenía que enfrentarse a treinta hombres en una batalla, ¿el mundo se había vuelto loco? Pero en el fondo sabía que el orgullo le podía, y el orgullo le decía que tenia que luchar, y así callar muchas bocas, callar la boca de Tristán , aún le dolían sus críticas ante la opción de que ella pudiera combatir.



 A Tristán nunca le había gustado el colegio, era una de las muchas cosas que consideraba inútiles. Para él, el colegio debería enseñar esgrima, equitación, deportes… todas esas cosas que le gustaban. A pesar de todo, sus intachables modales y sus buenas notas eran una de las cosas que le caracterizaban dentro de las clases.
Había aceptado ir al colegio de los ricos, pagado por el dinero de Clara , lo que supuso un duro golpe a su orgullo.
Ángel cortando el silencio inicial, preguntó:                                
-         ¿Qué te parece la nueva?
-         Está muy buena, lástima que sea una enterada – y añadió maliciosamente – aunque a ti parece gustarte.
Ángel era conciente de que apenas la había mirado a lo largo de esas semanas, y cuando lo hacía procuraba ser lo más discreto posible, al parecer no lo suficiente.
Su mente, que siempre había sido un lugar sagrado para él, sentía que ya no le pertenecía, no podía de dejar de pensar en sus preciosos ojos grises, y cuando cerraba los ojos en busca de paz, seguían acosándole hasta en sueño. Los sueños era la peor parte, la veía llamándole, buscándole, y por más que intentaba huir, resistirse, siempre acababa cayendo en la trampa, en su trampa. La odiaba, odiaba todo lo que le estaba pasando, y todo por su culpa. Intentaba olvidarla con todas sus fuerzas, de todas las maneras. Trataba de pensar que solo era una estúpida niña consentida, que solo podía pensar en si misma y en la moda. <<Una persona que le caiga tan mal a Tristán, no puede ser tan mala…>> Este pensamiento solo acrecentaba su frustración y su culpabilidad, era conciente que su comportamiento con Clara daba mucho que desear, por una parte debido a su timidez y por otra parte pensaba, que cuanto menos contacto establecieran más fácil resultaría olvidarla, sin embargo no había sido así.
Ángel azorado, giró la cabeza esperando que Tristán no se hubiera dado cuenta del ligero rubor de sus mejillas, fue demasiado lento:
-         Pierdes el tiempo, es demasiado egoísta para pensar en otra persona que no sea ella misma.
Habían llegado, el enorme edificio se imponía ante ellos.
Ángel solo tenía ojos para Clara, su pelo rubio ondeaba al viento, en ves de caerle en cascada sobre los hombros. Estaba rodeada por un enorme grupo, pero aún así logro hacerse paso hacía ellos.
-         ¿Habéis visto a Samuel? No lo veo por ninguna parte.
<<¿Cómo pretendía encontrar a Samuel entre esa masas de estudiantes?>>Pensó Ángel.
-         ¿Es ese bicho peludo que se dirige hacía nosotros? – dijo Tristán con agudeza.
Clara corrió a abrasarle, siempre había pensado que entre esos brazos no podía pasarle nada malo.
Ángel miró hacía otro lado, ese gesto no pasó desapercibido por Tristán, que se apresuró a decir:
 -   Sigue soñando Ángel, si te sirve de consuelo solo le utiliza, para ella no hay nadie a su altura, eres como un perro, te da cariño, pero sigues siendo un perro.
-         ¿Acaso la conoces?
-         ¿La conoces tú? Dime Ángel ¿la conoces? Estás noche y día observándola, pendiente de cada paso que da, pero ¿la conoces realmente? Yo no, no la conozco, pero conozco a las chicas como ella.
-         Eres despreciable, porque tu no puedas ser feliz ¿tienes que joderle la vida a todo el mundo? Hazte un favor a ti mismo y deja a los demás tranquilos, no pretendas que caigan en la misma mierda en la que has caído tú. 
El rostro de Tristán, paso a estar rojo como un tomate a blanco como la cera. En cambio Ángel se sentía en paz, después de liberar todo el peso de guardarse todo lo que pensaba durante tanto tiempo.
Clara con paso resuelto se dirigió hacía ellos, con Samuel a su lado.
-         ¿Interrumpimos algo? Tristán soy conciente de que tienes necesidades…  pero creo que Ángel no siente lo mismo .
Había sido un comentario mezquino, y espero que Ángel no se lo tomara a mal.
Ángel se apartó apresuradamente de Tristán, fue consiente que a medida que avanzaba la conversación sus cuerpos habían ido aproximándose lo suficiente, como para que Clara pudiera pensar mal.
Lucía apareció en ese momento, había ido a comprar un hongo para hacer yogurt.
-         Para cenar voy a hacer yogurt ¿hago también para ustedes?
-         No gracias Lucía, tengo como norma no comer hongos, ya sabes esa entupida manía mía.
-         Es muy rico, además el Kéfir es muy buena para catarros, gastritis, inflamaciones crónicas de los intestinos, hígado, vesícula y vejiga – dijo Lucía que seguía sin entender como sus amigos no querían comer su yogurt.
-         Gracias Lucía, quizás otro día.
Clara no podía creer que Tristán pudiera ser tan amable, ¿serían novios? ¿Podía ser cierto? El insufrible Tristán con la inocente Lucía, sintió lástima por ella al pensarlo.
El timbre acababa de sonar, todos se dirigieron a sus respectivas clases.
Las clases ya de por si insufribles, se convirtieron en un suplicio ante la intriga de saber si eran o no ciertas sus divagaciones. No lo costo mucho averiguarlo, al entrar en la cafetería, Clara horrorizada vio a Tristán sentado en su sitio flirteando descaradamente con Verónica. Sin fuerzas para seguir viéndolos, Clara se dispuso a salir de la cafetería la más rápido posible, pero por el camino Ángel la intercepto diciendo:
-         Clara, Lucía y yo tenemos que decirte algo.
Con un suspiro de resignación Clara se dispuso a seguirlo. Se sentaron en una mesa apartada del resto. En su nuca sintió la taladradora mirada de Tristán que había detenido su coqueteo.
-         Como verás Tristán está demasiado ocupado como para darte la noticia el mismo, y en vista de que Lucía no aparece te daré lo diré yo. Hemos decido que estás capacitada para tener una espada, y no solo eso sino que esta fabricada por el mismísimo Leonardo, es un gran forjador de espadas, se podría decir que el mejor, es un gran honor.
Clara se dio cuenta que la cosa no acababa ahí, había más, ¿por qué le costaría tanto decírselo?
-         Clara,  había pensado que quizás… quisieras que te acompañase…
-         Muchas gracias Ángel.
-         Qué generoso Ángel, pero no veo como tus escasos conocimientos pueden servir de ayuda a Clara – dijo Tristán que se había sentado de improviso a su lado – irá conmigo Ángel, y no hay más que hablar.
-         Iré con quien yo quiera, y quiero ir con Ángel. 
-         Pues no hay nada más que hablar entonces, que así sea, yo no recogeré los pedazos Ángel – dijo despidiéndose.
Clara se giró a ver como se iba con la poca dignidad que le quedaba.
Ángel le sonrió, y Clara sin poder resistirlo le devolvió la sonrisa.

jueves, 10 de marzo de 2011

CAPITULO 1. UNA NUEVA REALIDAD

         No había sido unos de los mejores días de Clara, solo quería meterse en la cama, y así poder olvidar a Samuel, aún recordaba hasta la última palabra de su discusión de esa tarde, se sintió estúpida, había perdido tal vez para siempre a la única persona que la comprendía, pero ella era así, no sabía mantener la boca cerrada, para su pesar, era una de esas personas que siempre decían la verdad, por muy dolorosa que resultase, costase lo que costase, en este caso, costo la amistad de su mejor amigo desde la infancia. Apenas habían pasado unas horas de su pelea, y ya echaba de menos su calidos ojos marrones y su pícara sonrisa, que ocultaban a un joven comprensivo e indulgente,siempre capaz de sacarle una sonrisa en cualquier situación, y como Jenna había comprobado en varías ocasiones, no podía enfadarse con él sin sentirse culpable, esa era una de sus muchas virtudes, pero también tenía defectos, entre ellos su actitud posesiva, que ya tenía cansada a Jenna, y que era la causante de su discuscición.
En su letargo, Jenna había ido a parar sin darse cuenta, al rellano de su casa. De pequeña, Jenna siempre había opinado que era un palacio. Era una casa de estilo inglés, la fachada se encontraba totalmente revestida de ladrillo, con ventanas y balcones blancos, creando un contraste que cortaba la monotonía de este estilo.
Después de tres interminables minutos, María abrió la puerta con su inigualable sonrisa, que según la señorita Margarita, estaba obligada a lucir por su contrato. Al parecer, el contrato del la señorita Margarita, no lo exigía, pues su rostro siempre inexpresivo era mejor que mil cremas antiarrugas.
 María, aprovechando su silencio le dio un discurso sobre la irresponsabilidad, y la importancia de llegar a la hora, y todo ello sin dejar de sonreír. “Es porque tiene una boca muy grande” le había dicho Samuel en más de una ocasión.Su rostro enmudeció considerablemente al recordar a Samuel, y la pobre mujer creyendo que había sido demasiado dura con su sermón, la consoló diciendo:
-      No pasa nada cariño, pero la próxima vez, avise de que llegará tarde.
Cuando por fin parecía que se iba a ir, le dijo:
-     Se me olvidaba, tiene visita señorita Clara, la están esperando en el salón.
Cuando Clara vio la rechoncha figura de María desaparecer por el pasillo, se dirigió al salón. ¿Quién podría ser? No esperaba visita esa tarde. ¿Sería Samuel? imposible, María había hablado en plural.
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se había dado cuenta de que ya había llegado.
Si más demora abrió la puerta, ante ella había cuatro jóvenes, entre ellos estaba la larguirucha figura de Samuel. Al lado reposaba un chico, de rostro ausente y constitución delgada, al verlo, Clara no pudo evitar pensar que tenían los chicos en contra de la moda… y el peine… A pesar de todo, tenía que reconocer que era bastante guapo, tenía unos ojazos azules y el cabello negro, quizás con un buen corte de pelo…
En la esquina, había una chica abstraída en una revista de animales. Clara advirtió, que tenía un ojo de un color diferente, uno marrón y otro verde, la melena ondulada castaño claro le llegaba aproximadamente por la cintura. Clara, no pudo ocultar la sonrisa al ver su ropa tan… estrafalaria.
En el preciso instante en el que giró la cabeza, sintió unos ojos observándole. En la mirada del chico distinguió un matiz inquietante. Los minutos siguientes, se dedicaron a observarse mutuamente en silencio. Clara no podía dejar de mirar esos ojos opacos, tan bonitos como aterradores. Con gran esfuerzo de voluntad, Clara logró apartar su mirada, y evaluó el resto de su fibroso cuerpo. El pelo rojo escarlata meticulosamente peinado, y el embriagador olor de su colonia, solo podía significar una cosa, era gay. Esas cosas solo le pasaban a ella, con lo difícil que era encontrar un tío así, y cuando lo encontraba, resultaba que era gay, si al final iba a tener razón Verónica , los mejores eran gays o tenían novia.
El chico la sacó de su ensoñación diciendo:
-     Hola me llamo Tristán, tu debes de ser Clara, bienvenida al club.
Tres pares de ojos la miraron fijamente,¿quiénes eran?¿Qué hacían en su casa? y lo más importante, ¿qué hacía Samuel con ellos?
Pero de su boca, solo salieron dos míseras palabras:
-     ¿Qué club?
 -      Cuando ese se valla, te lo explicaremos todo – dijo Tristá, señalando a Samuel.
Antes de que a Samuel le diera tiempo a replicar, Clara protestó:
-     Si el se va, yo también.
-     Ahí está la puerta – replicó Tristán, irritado.
 -     Tristán relájate, es normal que no quiera quedarse sola con unos desconocidos– le apaciguó el chico de los ojos azules.
-     Yo soy Tristán, el Ángel y ella Lucía, ahora que por fin nos conocemos ,¿se puede ir? - dijo con tono avieso.
¿Qué se había creído? Clara no estaba dispuesta a dejarse amedrentar:
-      Veo que no es nada importante, vámonos Samuel.
Sostuvo unos segundos la mirada de Tristán retadora, para después dirigirse hacía la puerta con Samuel pisándole los talones.  
- ¿Hasta que punto confías en él Clara? – le preguntó Ángel.      
Cuando se viró, Clara pudo distinguir destellos rojos en la mirada de Tristán, ¿serían imaginaciones suyas? no tubo tiempo para cerciorarse, pues Tristán encolerizado se giró bruscamente hacía Ángel:
-     ¡¿Estás loco?!¿ Sabes cuantos problemas puede ocasionarnos este renacuajo?
-     Para tu información, tengo 17 años – nadie pareció darse cuenta de este último comentario.
-     Tristán piensa, en el caso de que nos traicione, ¿de verdad crees que alguien le creería?
Tristán consideró las posibilidades un largo tiempo, antes de ceder:

-     Muy bien enclenque, como se te ocurra contarle esto a alguien, hasta ese día tienes narices, ¿entendido?
La amenaza afecto hasta tal punto a Samuel, que Clara le vio por el rabillo de ojo como se miraba la nariz en el espejo. Sonrió para sus adentros.
El silencio de Samuel pareció complacer a Tristán, que empezó a relatar la historia:
-     De pequeños, siempre nos han dicho que la magia es un arte de la brujas, brujas viejas y malvadas, pero ¿por qué?¿Acaso no es mágico todo lo que nos rodea?¿No es mágico ver el amanecer cada mañana?¿No es mágica tu sonrisa? – le sonrió con una sonrisa traviesa – Dime Clara,¿qué es para ti la magia?
“¿Iba todo eso enserio?” pensó Clara. Maliciosamente le contestó:
-     Sería mágico, que lograses estar callado cinco segundos.
¡OH no! Otra vez esa mirada, Clara no sabía cuantas veces iba a poder soportar esa mirada, lo que si sabía, era que no se iba a rendir fácilmente.
Tristán decidió proseguir como si nada, lo que supuso un gran alivió para ella:
-      La magia Clara, es todo lo que nos rodea. ¿Ves las ramas de los árboles moviéndose ahí fuera? – dijo señalando hacía la ventana –¿sabes que lo provoca?
-      ¿Magia? – respondió sarcásticamente.
Tristán sin percatarse del sarcasmo, continuó:
-      Veo que estás empezando a comprender, ¿y qué provoca la magia?
-     ¿Tú? – dijo sin poder contenerse.
Tristán con una mueca de contrariedad la felicitó:
-     Muy bien Clara, pero ¿cómo?
Clara asustada se apretujo contra Samuel. Habían pasado de hippies a locos. ¿De verdad creían que podían hacer magia?
Decidió seguirles el juego:
-    ¿Con eso que llamamos la cabeza?
-     No, con esto.
Los momentos siguientes, observaron el medallón que Tristán les estaba enseñando. Al fin, Samuel rompió el silencio.
-     ¿Es un búho?
-      ¿Los búhos hacen magia? – preguntó escéptica.
-      Uno ciego y la otra boba – les sonrió, pícaramente – Esto es un ave fénix, el símbolo del fuego, no te confundas, está medalla no hace magia sola, necesita un cuerpo, un cuerpo que le proporcione la magia, un cuerpo con el don.
-      ¿Qué don? – dijo Clara, dispuesta a saber hasta donde iba a llegar Tristán con esa farsa.
-     El don de la magia, por supuesto – hizo una pausa dramática -Como debes saber, hay cuatro partículas elementales, que son tierra, aire, agua y fuego. Estos ciclos, funcionan gracias a la magia de cuatro elegidos. Este echo se ha repetido a lo largo de los siglos. Antiguamente, a los portadores del don se les veneraba como a Dioses, pero con el paso del tiempo, está información se ha ocultado para protegernos, porque los humanos nos hemos vuelto desconfiados ante lo nuevo, ante lo diferente. Pero siempre hay personas conocedoras del secreto, tanto aliados, como enemigos, por eso hemos venido, para protegerte de esos enemigos.
“¿De verdad pretendían que me creyera todo eso?” Pensó Clara. No se podía creer que hubiera gente tan loca en el mundo.
La voz de Ángel interrumpió sus pensamientos
-     No esperamos que nos creas, por eso vamos a hacer una especie de exhibición.
Dicho esto, Tristán se saco una piedra del bolsillo, y se hirió:
-     Para sacar toda la magia que tenemos dentro, tenemos que dar una parte de nosotros, sangre. Como es de suponer cuanta más sangre das, más energía viertes, lo que nos debilita, tenlo en cuenta.
Tras esta advertencia, unió su mano con el medallón. Otra vez, Clara distinguió el destello rojo en sus ojos, instantáneamente un libro ardió. Con una exhalación, Clara corrió hacía lo que quedaba del libro.
-     Nunca he sido partidario de la lectura.
Clara miró desolada lo que quedaba del libro, la señorita Margarita la iba a matar.
Samuel miraba todo incrédulo, esto contradecía todo lo que había creído durante tantos años, por eso se sorprendió al oír a Clara decir:
-     Me debes un libro.
-     ¿Eso quiere decir qué tendremos el placer de volver a vernos?
-     ¿Tengo otra opción? – dijo ella, sin apartar la mirada del libro.
-     Tristán, necesita descansar y asimilar todo – le insinúo Ángel.
Después de perder el tiempo convenciendo a Samuel de que estaría bien, Clara se fue a la cama, donde unos ojos negros como el carbón, protagonizarían sus peores pesadillas.