Las semanas siguientes, habían puesto al corriente a Clara de los movimientos “del enemigo”. Era una especie de secta de aproximadamente treinta componentes solamente, puesto que los humanos no creemos más allá de lo que ven nuestros ojos, claro que siempre hay excepciones.
Tristán le había dado un libro de hechizos para sustituir el chamuscado, aunque tampoco es que sirviera de mucho, ya que no podía practicarlos sin el medallón del águila,(el símbolo del aire).
Clara se había enterado, que solo ella era la única que no poseía ningún medallon, se había perdido quizás para siempre
Su relación con Tristán no hacía sino empeorar, no paraban de discutir ni un instante, siempre mediante sarcasmos y burlas. Pero en el fondo, sabía que debajo de esa faceta arrogante había algo más, y estaba dispuesta a sacarlo a la luz.
En cambio Ángel, seguía siendo un misterio, casi ni hablaban y cuando lo hacían eran siempre palabras secas, lo que le dolía, pues con el resto era sociable.
Y Lucía era la dulzura y la ingenuidad personificada, casi se podía decir que era un ángel, pero Clara siempre había pensado que de buena a tonta solo había un paso, y Lucía estaba a punto de darlo.
Por todo ello, necesitaba a Samuel a su lado en medio de esa panda de frikis, era el único al que podía pedir consuelo, todo esto la superaba, ella no quería esa responsabilidad sobre sus hombros, ella siempre había sido una chica “corriente”, con la sola preocupación de la ropa que se pondría al día siguiente, y de repente tenía que enfrentarse a treinta hombres en una batalla, ¿el mundo se había vuelto loco? Pero en el fondo sabía que el orgullo le podía, y el orgullo le decía que tenia que luchar, y así callar muchas bocas, callar la boca de Tristán , aún le dolían sus críticas ante la opción de que ella pudiera combatir.
A Tristán nunca le había gustado el colegio, era una de las muchas cosas que consideraba inútiles. Para él, el colegio debería enseñar esgrima, equitación, deportes… todas esas cosas que le gustaban. A pesar de todo, sus intachables modales y sus buenas notas eran una de las cosas que le caracterizaban dentro de las clases.
Había aceptado ir al colegio de los ricos, pagado por el dinero de Clara , lo que supuso un duro golpe a su orgullo.
Ángel cortando el silencio inicial, preguntó:
- ¿Qué te parece la nueva?
- Está muy buena, lástima que sea una enterada – y añadió maliciosamente – aunque a ti parece gustarte.
Ángel era conciente de que apenas la había mirado a lo largo de esas semanas, y cuando lo hacía procuraba ser lo más discreto posible, al parecer no lo suficiente.
Su mente, que siempre había sido un lugar sagrado para él, sentía que ya no le pertenecía, no podía de dejar de pensar en sus preciosos ojos grises, y cuando cerraba los ojos en busca de paz, seguían acosándole hasta en sueño. Los sueños era la peor parte, la veía llamándole, buscándole, y por más que intentaba huir, resistirse, siempre acababa cayendo en la trampa, en su trampa. La odiaba, odiaba todo lo que le estaba pasando, y todo por su culpa. Intentaba olvidarla con todas sus fuerzas, de todas las maneras. Trataba de pensar que solo era una estúpida niña consentida, que solo podía pensar en si misma y en la moda. <<Una persona que le caiga tan mal a Tristán, no puede ser tan mala…>> Este pensamiento solo acrecentaba su frustración y su culpabilidad, era conciente que su comportamiento con Clara daba mucho que desear, por una parte debido a su timidez y por otra parte pensaba, que cuanto menos contacto establecieran más fácil resultaría olvidarla, sin embargo no había sido así.
Ángel azorado, giró la cabeza esperando que Tristán no se hubiera dado cuenta del ligero rubor de sus mejillas, fue demasiado lento:
- Pierdes el tiempo, es demasiado egoísta para pensar en otra persona que no sea ella misma.
Habían llegado, el enorme edificio se imponía ante ellos.
Ángel solo tenía ojos para Clara, su pelo rubio ondeaba al viento, en ves de caerle en cascada sobre los hombros. Estaba rodeada por un enorme grupo, pero aún así logro hacerse paso hacía ellos. - ¿Habéis visto a Samuel? No lo veo por ninguna parte.
<<¿Cómo pretendía encontrar a Samuel entre esa masas de estudiantes?>>Pensó Ángel.
- ¿Es ese bicho peludo que se dirige hacía nosotros? – dijo Tristán con agudeza.
Clara corrió a abrasarle, siempre había pensado que entre esos brazos no podía pasarle nada malo.
Ángel miró hacía otro lado, ese gesto no pasó desapercibido por Tristán, que se apresuró a decir:
- Sigue soñando Ángel, si te sirve de consuelo solo le utiliza, para ella no hay nadie a su altura, eres como un perro, te da cariño, pero sigues siendo un perro.
- ¿Acaso la conoces?
- ¿La conoces tú? Dime Ángel ¿la conoces? Estás noche y día observándola, pendiente de cada paso que da, pero ¿la conoces realmente? Yo no, no la conozco, pero conozco a las chicas como ella.
- Eres despreciable, porque tu no puedas ser feliz ¿tienes que joderle la vida a todo el mundo? Hazte un favor a ti mismo y deja a los demás tranquilos, no pretendas que caigan en la misma mierda en la que has caído tú.
El rostro de Tristán, paso a estar rojo como un tomate a blanco como la cera. En cambio Ángel se sentía en paz, después de liberar todo el peso de guardarse todo lo que pensaba durante tanto tiempo.
Clara con paso resuelto se dirigió hacía ellos, con Samuel a su lado.
- ¿Interrumpimos algo? Tristán soy conciente de que tienes necesidades… pero creo que Ángel no siente lo mismo .
Había sido un comentario mezquino, y espero que Ángel no se lo tomara a mal.
Ángel se apartó apresuradamente de Tristán, fue consiente que a medida que avanzaba la conversación sus cuerpos habían ido aproximándose lo suficiente, como para que Clara pudiera pensar mal.
Lucía apareció en ese momento, había ido a comprar un hongo para hacer yogurt.
- Para cenar voy a hacer yogurt ¿hago también para ustedes?
- No gracias Lucía, tengo como norma no comer hongos, ya sabes esa entupida manía mía.
- Es muy rico, además el Kéfir es muy buena para catarros, gastritis, inflamaciones crónicas de los intestinos, hígado, vesícula y vejiga – dijo Lucía que seguía sin entender como sus amigos no querían comer su yogurt.
- Gracias Lucía, quizás otro día.
Clara no podía creer que Tristán pudiera ser tan amable, ¿serían novios? ¿Podía ser cierto? El insufrible Tristán con la inocente Lucía, sintió lástima por ella al pensarlo.
El timbre acababa de sonar, todos se dirigieron a sus respectivas clases.
Las clases ya de por si insufribles, se convirtieron en un suplicio ante la intriga de saber si eran o no ciertas sus divagaciones. No lo costo mucho averiguarlo, al entrar en la cafetería, Clara horrorizada vio a Tristán sentado en su sitio flirteando descaradamente con Verónica. Sin fuerzas para seguir viéndolos, Clara se dispuso a salir de la cafetería la más rápido posible, pero por el camino Ángel la intercepto diciendo:
- Clara, Lucía y yo tenemos que decirte algo.
Con un suspiro de resignación Clara se dispuso a seguirlo. Se sentaron en una mesa apartada del resto. En su nuca sintió la taladradora mirada de Tristán que había detenido su coqueteo.
- Como verás Tristán está demasiado ocupado como para darte la noticia el mismo, y en vista de que Lucía no aparece te daré lo diré yo. Hemos decido que estás capacitada para tener una espada, y no solo eso sino que esta fabricada por el mismísimo Leonardo, es un gran forjador de espadas, se podría decir que el mejor, es un gran honor.
Clara se dio cuenta que la cosa no acababa ahí, había más, ¿por qué le costaría tanto decírselo?
- Clara, había pensado que quizás… quisieras que te acompañase…
- Muchas gracias Ángel.
- Qué generoso Ángel, pero no veo como tus escasos conocimientos pueden servir de ayuda a Clara – dijo Tristán que se había sentado de improviso a su lado – irá conmigo Ángel, y no hay más que hablar.
- Iré con quien yo quiera, y quiero ir con Ángel.
- Pues no hay nada más que hablar entonces, que así sea, yo no recogeré los pedazos Ángel – dijo despidiéndose.
Clara se giró a ver como se iba con la poca dignidad que le quedaba.
Ángel le sonrió, y Clara sin poder resistirlo le devolvió la sonrisa.