jueves, 29 de diciembre de 2011

CAPITULO 15. EL SECUESTRO.


Clara se despertó en una habitación preciosa, estaba acostada en una cama inmensa, y tan comoda que era digna de los mismísimos reyes. Las paredes estaban adornadas con distintos símbolos dorados que hacían juego con la colcha, y le daban un aire misterioso a la habitación. En frente había un pequeño escritorio, encima había unos papeles cuidadosamente apilados al lado de un portátil qué desentonaba completamente con la estética de la habitación. También se fijo que unas enorme cortinas verdes que daban a un balcón lleno de flores y regaderas.
       Maravillada fue a ver la terraza, pero una voz desde la puerta la retuvo:
-        No te recomiendo salir, está lloviendo a cántaros.
Ricardo estaba apoyado en la puerta sonriéndole como si horas antes no le hubiese pegado con la empuñadura de la espada.
-        ¡Ya, me estás explicando que hago aquí! Lo único que recuerdo es a ti abalanzándote sobre mí, que por cierto también me tienes que dar explicaciones sobre eso.
Ricardo volvió a sonreír, al parecer Clara no era consiente de la situación en la que se encontraba. Parecía tan… indefensa… Se quito rápidamente está idea de la cabeza, no era la dulce chica inocente que aparentaba ser.
-        Digamos que te he secuestrado y te he traído hasta aquí para llevarte ante mi jefe.
-        ¿Y la cama de matrimonio?¿También me vas a violar? Tenía entendido que a las prisioneras se las encerraba en una mazmorra mugrienta, aunque comprendo que se te quiten las ganas de hacer nada con ese olor.
Ricardo se le quedo mirando incrédulo. ¿Qué persona dentro de sus cabales bromeaba en una situación así? La miró detenidamente y se dio cuenta de que estaba templando, miraba a todas partes en busca de una salida probablemente. Las bromas eran una forma de protegerse contra la realidad.
-        No hace falta que sigas fingiendo, tu y yo sabemos quien eres realmente así que no veo la necesidad.
Al fin pareció aceptarlo porque lágrimas de angustia se deslizaban por sus mejillas, pero fue muy rápida en secárselas y mantener la compostura.
-        Tienes razón sabes quien soy, lo sabes porque te he contado mi vida, ya se que me salte una parte importante, pero ya comprenderás por qué, no te mentí en ningún momento, es más apenas unas semanas antes no sabía nada de esto y ahora que lo se no cambia nada, sigo siendo la misma estúpida de siempre, mi vida a cambiado, pero no voy a dejar que eso me cambie a mi. Por favor, confía en mí – dijo casi suplicando.
-        ¡No lo entiendes! Sabía desde el primer momento que estabas con ellos. ¿De verdad pensaste que me iba a creer que te habías perdido a unos pocos metros de la carretera? Pensaba que podía hacerte cambiar, ir al bando correcto, pero no sabía que eras una de ellos, un monstruo.
Ricardo apretó con fuerza una especie de colgante, por un momento Clara pensó que lo iba a romper, pero en el último segundo relajó el brazo y suspiró cansado.
Clara se dio cuenta de que tenía ojeras y que se esforzaba mucho en tener los enrojecidos ojos abiertos.
-        ¿No has dormido en toda la noche? – preguntó sorprendida.
-        ¿Cómo voy a dormir si tengo que preocuparme de que no te pase nada? Al mínimo descuido entraran aquí y te mataran, si no fuera por mí estarías muerta. Te odian y te guste o no me necesitas. – dijo zanjando la conversación.
A Clara no le gustó la idea de que al otro lado de la puerta la estuviesen esperando un montón de hombres queriéndole cortar la cabeza, pero la reconfortaba la idea de que a Ricardo le importase lo suficiente como para querer protegerla. No estaba todo perdido como le había hecho creer, él no la odiaba, y con esfuerzo podía hacer que cambiase de opinión respecto a ella.
-        No creo que seas de mucha ayuda en ese estado, necesitas descansar, aprovecharan cuando crean que estás rendido, podemos hacer guardia, si pasa algo te despertaré.
Dio un paso atrás asustado, por alguna extraña razón le tenía miedo y no confiaba en ella.
-        Sabes que tengo razón, me parece estúpido tu miedo, podría matarte ahora mismo, no tienes reflejos ni fuerzas suficientes, pero no lo he hecho aunque por lo que has dicho no se si tus amigos tendrán contemplaciones – dijo otorgándose fuerzas que no creía que tuviese.
Ricardo se acostó resignado, quiso quedarse despierto, solo descansar el cuerpo, pero los ojos se le iban cerrando poco a poco. Mecánicamente se metió la pulsera en el bolsillo para que Clara no la cogiera, pero pudo reconocer que era su pulsera con forma de águila que le había enseñado antes.


  




Tristán estaba desolado, apretaba los puños con todas sus fuerzas, reprimiendo el impulso de pegar a alguien. Buscaba a alguien a quien culpar, pero el único culpable era él.
Lucía viendo que había pasado el tiempo suficiente se acercó, era hora de interrumpir su tormento, y si alguien podía sin sufrir daño alguno era ella:
-        No vas a conseguir nada estando ahí sentado, levanta el culo y arregla el desastre que has hecho, pero no te rindas sin intentarlo si quiera.
Normalmente no utilizaba ni el tono ni las palabras tan duras que le había dicho a su hermano, pero si había un momento para hacerlo era ese, no podía quedarse sentada viendo como su hermano iba perdiendo las ganas de vivir.
Diego escuchaba interesado la conversación desde un punto considerable, lo suficientemente cerca como para intervenir si la cosa se ponía fea, y lo suficientemente lejos para no ser visto. Lucía había sido muy valiente al acercarse a Tristán en ese momento, y mucho menos para darle una reprimenda.
Tristán asintió y se fue al coche en busca del teléfono, después se evadió del mundo gritando enfurecido, todos los presentes coincidieron en que a ninguno le gustaría estar al otro lado.
-        Has sido muy valiente – dijo Diego asombrado por su propio cumplido.
-        Gracias… - le respondió un tanto confundida.
Había sido… raro, raro era la palabra adecuada, ¿por qué de repente se mostraba tan amable? Lo único que se le ocurrían eran fines diabólicos, ¿acaso intentaba ganarse su confianza para que combatiese? No quiso darle más vueltas, lo mejor era irse.
-        ¿Se puede saber que estás haciendo?¿Te crees que no os vi antes? Y ahora esto, aléjate de ella. ¿Desde cuando te preocupas tanto por ella? Tristán te partirá el cuello cuando se entere – le reprochó Ángel.
-        No tiene por qué enterarse, ¿no? No te conviene que lo haga. Aquí no está pasando nada, simplemente intento entablar conversación con la chica que me ha salvado la vida.
-        ¿Cuándo has intentado entablar conversación con alguien?
Diego apretó la muñeca de Ángel con todas sus fuerzas, no le iba a soltar hasta no escuchar lo que quería oír, y poco a poco iba poniendo más presión.
-        Vale, vale, no ha pasado nada, ¡suéltame!
-        Así me gusta – dijo soltándolo con una sonrisa.
Cuando se giró Lucía miraba horrorizada la muñeca enrojecida de Ángel. Diego intentó decir algo, pero ya se había ido.
Furioso le dio un puñetazo con todas sus fuerzas a un árbol. Una risita repelente a su espalda le retuvo el siguiente puñetazo. Se giró con los brazos en alto dispuesto a pelear, pero solo era el humano que había traído Tristán consigo.
-        Será mejor que te vayas si no quieres recibir una paliza – le amenazó.
Con una sonrisa de suficiencia dio media vuelta y se fue.





Clara había comprobado que el portátil del escritorio tenía conexión a internet, el balcón estaba abierto y resultaría muy sencillo salir escalando. Todos los indicios decían que Ricardo quería que se fuese, y por ello no lo haría.
No era estúpida, había cogido la pulsera, si la tenía en su poder podía sacar ventaja, por alguna razón se había interesado por ella, y si amenazaba con romperla tendría cierto poder sobre él. No tenía su móvil y si se comunicaba por internet para decir que estaba bien podrían rastrearla.
Se había dedicado a comer y beber mientras  veía la tele por internet, hasta que pudo oír como al otro lado de la puerta estaban intentaba forzar la cerradura.
Asustada fue a despertar a Ricardo, le cerró la boca para que no gritase y levantara la alarma, pero ocurrió justo lo contrarió. Pensando que iba a asfixiarlo le mordió la mano con todas sus fuerzas y le gritó:
-        ¡Se puede saber que haces! – Clara le mandó a callar y señaló la puerta.
Tras uno segundos de silencio, Ricardo pudo oír el traqueteo de la cerradura.
Maldiciendo fue a coger su espada y la mandó a que se estuviese quieta y callada detrás de él. Segundos después la puerta se abrió
Una mujer se abrió paso. Su pelo rubio le llegaba hasta la cintura, sus ojos eran de un color azul claro, pero lo que más le llamaba la atención de estos era su tamaño. En general era una mujer muy guapa y bastante delgada.
Ricardo dejó caer la espada con un suspiro:
-        ¿Se puede saber que haces mamá?
-        ¡Que qué hago! Mi hijo se encierra con una completa desconocida que quiere matarlo, ¿ y me preguntas que qué hago? Ahora mismo estás saliendo de está habitación y entregándosela a Marco, que se encargue él.
Un disparo les hizo dar un brinco a los tres, pero solo era la película que momentos antes Clara estaba viendo.  Ricardo y su madre se dieron cuenta por primera vez de las provisiones de comida y bebida que estaban desperdigadas por el suelo y que el portátil estaba encendido.
   Ricardo no pudo evitar sonreír, pero su madre estaba horrorizada:
-        ¡Estaba preocupada por ti, mientras tu veías una película con el enemigo! Ricardo esto ya es el colmo, sal de aquí inmediatamente antes de que me de algo.
-        La verdad mamá, la que va a salir de está habitación tendrás que ser tú, Marco me encomendó cuidar de esta chica, y me prohibió el paso de cualquier persona, así que me temó que tendrás que salir inmediatamente. Sabes perfectamente que al que realmente tendrías que temer es a Marco, no a está adorable chica – Ricardo le pasó la mano por el hombro a Clara, y sonrió a su madre mientras se iba.
-        ¿Se puedes saber que haces? – dijo Clara apartándose.
-        Tranquila no dirá nada, solo intenta protegerme pero lo entenderá. Además, ¿cómo puede pensar que está cosita tan pequeña puede hacerme daño? – dijo mirándola de arriba abajo.
Clara sonrió y volvió a sentarse en la cama para seguir viendo la película.
Ricardo completamente desvelado se sentó junto a ella y le preguntó:
-        ¿No has contactado con nadie? Ya te habrás dado cuenta de que el ordenador está conectado a internet. Todavía no me puedo creer que estés tan tranquila viendo películas y comiendo – dijo metiendo la mano en la bolsa de papas fritas.
-        No entendía por qué tenías tantas ganas de que me fuese, por lo que decidí quedarme a averiguarlo, y no me puedes reprochar que en medio de mi encarcelamiento me entretenga un poco.
Ricardo puso los ojos en blanco:
-        Deja de hacerte la valiente,  yo en tu lugar estaría muerto de miedo. Estoy dispuesto a ayudarte todo lo posible, pero déjame hacerlo.
-        ¡Si dejo de fingir solo un segundo me derrumbare! ¿Sabes por qué? Porque ahora mismo todos mis amigos deben de estar súper preocupado buscándome sin saber como estoy, incluso mi padre, así que no me digas que deje de fingir, porque en el momento que baje la guardia no se si podré soportarlo.
Ricardo buscó en su bolsillo y le tendió su móvil:
-        Puedes llamarles, de todas formas no podrías decirles aunque quisieras donde estás.
Clara incrédula le abrazó con todas sus fuerzas sin parar de darle las gracias. Ricardo no movió ni un solo músculo hasta que se apartó, cuando le dijo:
-        Si lo que querías es meterme mano podías haberlo dicho desde un principio y haberte ahorrado el numerito.
Clara no había oído lo último, se había encargado de llamar a su padre diciéndole que quizás pasaría algunos días con sus amigas. Pero ahora tocaba lo más difícil, había decidido que llamaría a Ángel, era el único que no le pasaría el móvil a Tristán, y eso era lo último que necesitaba en ese momento.
Después de tres interminables pitidos una voz insegura al otro lado contestó:
-        ¿Sí?
-        ¡Ángel! Estás bien, me asustaste pensando que podía haberte sucedido algo.
-        ¿Clara?¡Dios Clara estábamos muy preocupados por ti! Dime ahora mismo donde estás y vamos a por ti.
-        Verás… no puedo decírtelo… solo llamaba para decirte que estoy bien, no me pasará nada en serio, cuando menos te lo esperes estaré de vuelta – lo dijo de corrillo rezando para que no se notase la falsedad de sus palabras – Hasta pronto vale, cuídate.
Clara colgó antes de que pudiese decir nada, y le dio el móvil a Ricardo.
-        ¿Por qué de repente confías en mí?
-        Supongo que ya no pareces tan peligrosa – dijo tocando inconscientemente el bolsillo trasero del pantalón, pero al no notar nada gritó - ¡Dónde lo tienes!
Clara dio un paso atrás asustada, se había dado cuenta de que había cogido su pulsera, en resumen estaba perdida.
-        Mientras dormías vi que tenías una pulsera monísima en el bolsillo, y cuando me acerqué a verla pensé que era igualita a la mía, hasta que me di cuenta de que efectivamente era mía, ¿qué cosas no? – dijo sarcásticamente.
Ricardo divertido hizo una mueca para ocultar su sonrisa, ante todo tenía que recuperar la pulsera.
Clara vio como Ricardo si abría paso por toda la habitación dejándola patas arriba, al parecer no creía que estuviese en su posesión, pero estaba muy equivocado, estaba uno de los dos únicos lugares donde no podía cogerla, su escote.
-        Antes de nada. ¿por qué tanto rollo? Quiero decir es solo una pulsera, ¿tan mal estás de dinero?
-        No me puedo creer que no te hayan explicado nada, esa pulsera es la clave de que aún tenga cabeza, si descubren que tienes en tu posesión el águila me matarán, ¿de verdad quieres eso?
Ricardo había utilizado su última arma, si daba suficiente lástima quizás se compadeciese y se la diese por las buenas.
        Clara no sabía que hacer, no quería que le pasase nada por su culpa, pero no podía darle ese medallón en concreto. Su padre se lo había dado con mucho cariño, era el tipo de joya que había pasado de generación a generación muy importante para su padre, si lo perdía ya podía despedirse. No la regañaría ni nada parecido, se limitaría a hablar con monosílabos durante meses, dependiendo de lo grave que fuese lo que había hecho. Si perdía algo de tanto valor la mudes le duraría mínimo un año, más el castigo correspondiente. Los padres normales, los de las películas, gritarían a más no poder y el adolescente enfurecido daría un portazo y se encerraría en su cuarto, pero en su caso y el de sus amigos las cosas eran muy distintas, no eran precisamente los padres más exigentes del mundo, y a las empleadas a su cargo no se les permitía gritarles.
        En el caso de Samuel era más divertido, su madre no paraba de leer revistas de cómo ser madre, de cada revista el resultado era todavía más bochornoso, llegó hasta tal punto que más que una madre parecía una entrenadora de perros.
-        No sabes cuanto lo siento… Te la daría te lo prometo, pero… No puedo, mi padre no me lo perdonaría jamás, creo que era de mi madre.
Ricardo interesado dejó de buscar y clavó la mirada en Clara, podría sacar ventaja de esa situación al fin y al cabo... Se sentó a su lado y le cogió la mano en un intento de darle “ánimos”.
-        Has dicho era… no sabes cuánto lo siento, y te entiendo - hizo una pausa -  En realidad mis padres siguen vivos, pero algunas veces pienso…. No me mires mal no les deseo ningún mal, pero no sabes cuánto daría porque mi padre se fuese y nos dejase en paz, la vida sería mucho más fácil, incluso podríamos ser amigos, o algo más…
-        ¿Ahora es cuando esperas que yo siga contándote mis “traumas” familiares? Supongo que no tengo nada que perder, y nada que ocultar.
Clara volvió por segunda vez en ese día a desahogarse con Ricardo, solo que esa vez no se ahorró casi ningún detalle.  Suponía que no había ningún mal siempre que se ahorrase el paradero de sus amigos tanto sus cosas personales, si alguien iba a salir perjudicado sería ella misma.
La puerta se abrió y ante ellos volvía a presentarse la madre de Ricardo, solo que detrás estaba toda una escolta de hombres.
Ambos se levantaron al unísono pero era demasiado tarde, todos habían visto como los dos sentados en una cama de matrimonio hablaban amigablemente cogidos de la mano.
-        Quería informarte de que Marco quería hablar con la chica – dijo la madre consternada antes de marcharse.
Ricardo y Clara se miraron asustados, su pequeño pacto de amistad iba a tener graves consecuencias.
Clara murmuró un lo siento antes de ser arrastrada por el pasillo. Lo último que vio es a un hombre corpulento interceptando a Ricardo por el camino y tumbándolo de un puñetazo. Quiso gritar e ir a su lado, pero solo empeoraría las cosas.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAPITULO 14. Confianzas mal depositadas

A la señal de Diego, todos salieron de arbusto hacía el lugar que iba a ser “el campo de batalla”. Iba a ser pan comido, como habían previsto era un grupo muy pequeño, pues como Tristán se había encargado de hacerles creer solo tendrían que enfrentarse a uno de ellos. Por eso, Paula no se extraño del asombro de sus contrincantes al ver aparecer a cuatro personas más de las previstas.
A pesar de su desventaja numérica los hombres avanzaron como ellos habían previsto, era cuestión de orgullo, preferían morir antes de ser considerados cobardes. Diego decidió que serían benévolos con ellos, la valentía era una de las cosas que más apreciaba en una persona y por eso su muerte sería lo más rápida posible.
Ángel sorprendido por la aparición de sus amigos dejó caer la guardia un momento, pero en seguida se puso alerta de nuevo, le sorprendió que Tristán los mandase a salvarle el pellejo después de todo lo que le había dicho, pero no por ello dejó de agradecérselo, no podía negar que en varias ocasiones estuvo a punto de huir y salvar la vida, pero había desistido al darse cuenta de que no podría mantener ningún contacto con la gente que quería, y al fin y al cabo. ¿Qué sentido tiene vivir solo?
Todos interrumpieron sus pensamientos al oír las órdenes de Tomás, los grupos eran claros: Paula y Miguel, Ángel solo y él y Lucía. Paula y Miguel tenían que ir a por los dos hombres de la izquierda, Ángel al hombre de la derecha y él y Lucía por el del medio. Se había puesto con Lucía porque la consideraba la más débil, pues su carácter pacifista la debilitaba en una pelea, muchas veces había intentado que Tristán se deshiciese de la absurda idea de mandarla a combatir, todas sin éxito, estaba intentando convertir a su hermana en algo que no era, y lo único que estaba consiguiendo era perjudicar a los demás.
  Diego intentaba con todas sus fuerzas que Lucía se implicara más en la lucha, pero cada una de sus técnicas era rechazada al instante por Tristán, lo que no le era muy ventajoso. Una idea macabra se le paso por la mente, su amigo no tendría que enterarse nunca y si las cosas salían como el preveía harían un gran progreso.
Fue corriendo hacía el hombre que se había asignado y con un movimiento rápido lo inmovilizo, y le dijo a Lucía:
-        Mátalo, solo tienes que cortarle el cuello, será una muerte rápida y sin dolor, te lo prometo.
Lucía no movió ni un dedo, simplemente se limitó a mirarlo fijamente, para después decir:
-        Solo estoy aquí porque al contrario que tú yo si respeto vuestros puntos de vista, siempre he pensado que la guerra nunca es la solución, pero también comprendo que solo lo hacéis como defensa propia y que no disfrutáis con ello, pero yo seguiré pensando que hay otros medios y no me pienso manchar las manos de sangre, espero que entiendas mi parecer igual que yo comprendo el tuyo.
Había tanta firmeza en su voz que Diego no pudo evitar alabarla interiormente por ello, pero aunque exteriormente no se notaba su perplejidad, su contrincante si notó que había aflojado la presión de sus brazos, lo que aprovechó a su favor adueñándose de la situación, posiblemente no saliese con vida de esa batalla pero se llevaría consigo a los máximos posibles.
Lucía aterrorizada miraba impotente como poco a poco la cara de Diego cambiaba de color por la falta de aire, su agresor lo estaba ahorcando con todas sus fuerzas y pronto lo dejaría sin aire si ella no hacía nada.
Tomás notó como las manos que antes le sujetaban con firmeza el cuello lo soltaban y caían al suelo, Lucía había dejado caer una espada chorreante de sangre para arrodillarse junto a él.
-        ¿Lo has matado? – dijo incrédulo.
A su lado se encontraba el cadáver, había sido certero justo en el corazón, demasiada puntería para una principiante se dijo, pero no era momento para preocuparse por trivialidades, estuvo a punto de morir y la mismísima Lucía le había salvado empuñando un arma.
-        Creo que el término correcto es: “me has salvado la vida gracias” – dijo sonriéndole falsamente.
Diego conmovido por el fallido intento para aparentar estar bien de Lucía le cogió la mano y le dijo:
-        Quiero que sepas que nunca podré agradecerte lo suficiente que me hayas salvado, haz hecho lo correcto, no tienes por qué echarte la culpa.
Lucía se ruborizó y apartó la mano, nunca había visto a Diego de esa forma, y no volvería a ocurrir. Secretamente lo había detestado todo ese tiempo, había intentado borrar tales pensamientos de su mente, pero al final había optado por ocultar el desprecio. Era como un robot, sus movimientos eran siempre mecánicos, no hablaba si no le preguntaba, y sobre todo no sentía. A Lucía no le importaría su infelicidad si no fuera tan insensible, aprovechaba cada mínima oportunidad para atormentarla e intentar que aprendiera a luchar con mil estratagemas distintas, nunca lo había conseguido hasta ahora, cuando sin darse cuenta estaba salvando su miserable vida sacrificando otra.
Se giró indignada y hecho a correr hacia ningún punto en concreto, creando árboles tras de sí para que no la siguiese.



     Miguel corrió donde se encontraba Paula pero era demasiado tarde. Por culpa de las estupideces de su hermana el hombre se había escapado. Sabía que no debería haberla dejado torturarlo de tal forma, y que Diego le había dejado a su cargo por esa razón, pero le fue imposible oponerse mientras luchaba con el otro hombre. Había logrado vencer, pero ya era demasiado tarde, estaba demasiado lejos y sería imposible alcanzarlo, hace apenas unos segundos habría asegurado que después del terrible tormento que le había hecho pasar su hermana no sería capaz de moverse, pero debería haber pensado que el instinto de supervivencia sería más fuerte. Ahora estaba todo perdido, les contaría a los demás donde estaban y enviarían refuerzos de inmediato, lo que les pondría esta vez en desventaja, no les daría tiempo de deshacerse de los cuerpos e irse antes de que llegasen, era imposible.



        Ricardo había logrado escapar, no sabía donde se dirigía porque no tenía donde ir, había deshonrado a todos huyendo y prefería que pensasen que estaba muerto a que supieran la triste realidad.
        Miró su aspecto y suspiró, tenía toda la camisa rota y manchada de sangre, con un suspiró la metió en la mochila de acampada donde había colocado la espada, se puso unas vendas ccon cuidado y se puso otra camisa, con suerte el color negro disimularía la sangre. En cambio la cara estaba perfecta, el demonio de chica que le había torturado solo se había centrado en el pecho.
         Todo cambió al ver a la chica rubia que estaba enfrente de él, seguramente era una chica del grupo rezagada, si la capturaba todo daría igual, iba a dejar de ser un cobarde para convertirse en el héroe.
        Las mejillas de Clara perdieron todo su color, no conocía a ese hombre, pero si imaginaba quien era ella estaba perdida, necesitaba un plan y rápido.
-        Señor, ¿podría ayudarme? No soy de aquí, y me he perdido, ¿Sabría indicarme el camino a la carretera?
Clara pensó que posiblemente colase, llevaba ropa deportiva por lo que podía pasar por una excursionista que se había perdido, tampoco llevaba la espada, ya que desgraciadamente se le había olvidado en el coche y no se había dado cuenta hasta ese momento.
Para el alivio de Clara, el hombre la creyó, pensando seguramente que era una chica inofensiva, y tal vez lo fuese.
-        Claro, en realidad la carretera está muy cerca, si hubieras caminado un poco más la hubieses encontrado, aunque me alegro de que no haya sido así – dijo con una sonrisa pícara.
Clara le devolvió la sonrisa divertida, estaba ligando con ella sin saber que realmente lo que tenía que hacer era matarla, no pudo evitar imaginarse su cara si supiera la verdad.
-        No quiero parecer estúpido, pero parece que me he perdido algo, me miras y te ríes como una loca…  La última vez que miré no tenía monos en la cara, pero no es que ahora mismo me esté fijando en eso precisamente… - Clara no pudo evitar partirse de risa ante la descarado comentario.
Ricardo la miró desconcertado, siempre había sido un hombre seguro de si mismo, pero esa extraña chica le estaba empezando a hacer dudar de si mismo. Tenía unos veintitrés años muy bien llevados, y el continuo ejercicio y la esgrima le habían dejado un cuerpo digno de admiración, que junto con sus ojos azules y su pelo rubio esmeradamente cuidado, dejaban muerta a cualquier chica. A veces su personalidad espantaba a muchas, pero ese no era el problema de la chica ya que no le conocía. Tampoco es que fuera posible de que el rumor de sus ligues de una noche hubiese llegado a los oídos de esa chica, así que, ¿qué pasaba?
-        Normalmente se aceptar una derrota, pero me pica la curiosidad, ¿qué te ha hecho rechazarme tan pronto sin tan si quiera darme una oportunidad?
Clara suspiró, supuso que no se iba a dar por vencido, y tendría que inventarse una excusa:
-        Tengo los ojos puestos en otro, es imposible pero… bueno en realidad Trist… él es imposible. Es algo difícil de entender – Clara suspiró nerviosa por haber reaccionado  tiempo de decir su nombre.
-        Vaya… me resulta increíble creer que una chica como tú se le resista a cualquier ser humano – dijo otra vez con su estúpida sonrisa sin retirarse.
-        Creo que no me has entendido, no quiero sustituirle de ninguna forma, así que pierdes el tiempo, y aunque no estuviese nadie de por medio, nunca la daría una oportunidad a ningún tío que utilice unos métodos tan pobres para ligar – dijo devolviéndole el pisotón que le había dado.
Ricardo sonrió y corrió por donde había huido, cuando la encontró Clara estaba sin aliento y le dijo:
-        ¿Vas a pegarme? – dijo levantando las manos.
-        Creo que haré algo peor, voy a hacer que me cuentes que pasa con ese chico, incluida la dirección para que pueda darle una paliza.
Clara sonrió, sería divertido ver la cara que pondría el desconocido al ver que sería él el que la recibiría si se metía con Tristán.
-        Tengo por norma no contarle mi vida privada a desconocidos.
-        Entonces habrá que cambiar eso, me llamo Ricardo, ¿y tú?
-        Clara – lo dijo casi inconscientemente, por alguna razón le era imposible desconfiar de él – bueno, supongo que tendremos que sentarnos, es una historia bastante larga.


Fernando miraba con regocijo como Tristán poco a poco se iba quedando sin vida, redondeando posiblemente le quedase media hora de vida. Podía salvarle en ese mismo instante con el medicamento que llevaba en el bolsillo, pero no lo haría. Había tenido tiempo para meditar, y había decidido que no merecía la pena, Clara lo superaría, le diría que había hecho todo lo posible pero que no llegó a tiempo, después volvería a ganar su confianza consolándola y estando a su lado, todo era perfecto.
Habría sido un buen plan si el móvil de Tristán no hubiese sonado, estaba tan intrigado que no pudo evitar contestar:
-        ¿Diga?
-        Por dios Tristán, ¿dónde te habías metido? Estaba muy preocupada, tienes que venir inmediatamente es urgente, un hombre se escapó y traerá refuerzos, no sabemos que hacer y te necesitamos, además no podemos irnos y dejar los cuerpos aquí. – dijo una chica desesperada – Además te conviene venir por otra cuestión, es Clara, creo que trama algo, oí a Paula mientras hablaba con ella, y seguro que viene para aquí, así que te recomiendo ponerte las pilas - la chica colgó inmediatamente después.
Fernando tenía que salvarla si corría peligro tenía que estar allí, pero al parecer el único que sabía como encontrarla era Tristán.
   Con un suspiró se arrodilló junto a él y le dio hasta la última gota del contenido del pequeño bote, después se sentó en una silla esperando a que volviese en sí.


Clara por fin había acabado de contarle a Ricardo su vida, desahogándose como nunca había hecho con nadie. Había sido bastante difícil contarle su vida sin mencionar que era una especie de bicho raro que podía controlar todo lo procedente del aire, pero aún así le fue de mucha ayuda.
-        Vaya, no se como te la  ingenias para contarle toda tu vida personal a un completo desconocido, podría ser un asesino a sueldo.
-        No te veo capacitado para ser un asesino, se necesita algo de inteligencia. Y si te cuento mi vida personal, es porque espero que me des un gran consejo de psicólogo que me resuelva la vida, aunque… quizás sea mucho pedir – dijo mirándole de arriba abajo con una gran sonrisa.
-        Me ofendes, que sepas que te voy a dar un consejo que no sería capaz de darte ningún psicólogo – hizo una pausa para reírse de su propia ocurrencia – Deja a los dos chicos y escápate conmigo, te prometo que será el mejor fin de semana de tu vida, los olvidaras por completo a los dos te lo aseguro, incluso a tu nuevo padre.
-        Ahora comprendo porque decías que ningún psicólogo me daría ese consejo – dijo Clara divertida – Pero, mucho hablar de mi me está aburriendo, no se nada de ti, así que ya estás empezando a confesar tus pecados.
-        No hay mucho que decir, voy a la universidad pero en mi tiempo libre lucho contra el mal manifestado en unas personas aparentemente normales, ya sabes lo que se dice una vida normal.
Clara sabía que lo decía de broma, solo para hacerla reír, pero por mucho que lo intentó no pudo hacerlo, la atmósfera ya no era afable, si no que el buen rollo que predominaba fue cortado de golpe.
   Clara hizo además de levantarse e irse, pero Ricardo fue más rápido, se levantó y le ofreció la mano como un caballero.
   Ya en pie Clara se dio cuenta que Ricardo no dejaba de mirarle la muñeca, extrañada miró también pero lo único que vio fue la pulsera que le había regalado su padre hacía muchos años atrás.
-        Es una pulsera muy bonita, ¿es de oro?
Además de un asesino también era un ladrón. Todo ese rato se había olvidado con la persona con la que estaba hablando, realmente no sabía nada de él, simplemente era un chico simpático que la había hecho reír durante unos minutos, tenía que ser coherente y no dejarse engañar.
-        En realidad solo es imitación, ya sabes, valor sentimental y todo eso, era de mi madre – dijo quitándole el valor que realmente tenía.
-        El águila es realmente preciosa, tu madre tiene muy buen gusto – dijo sin apartar la mirada de la pulsera.
-        Tenía, murió poco después de yo nacer.
Se giró antes de ver como cambiaba la expresión de Ricardo, estaba demasiado concentrada pensando de cual de sus dos madres provenía la pulsera.
Para Clara todo sucedió muy deprisa, Ricardo había sacado su espada de la gran mochila azul que llevaba en la espalda, y le había dado con el pomo en la cabeza dejándola inconsciente.
-        Lástima, me caías bien – le dijo al oído mientras se agachaba para cogerla en brazos.



Tristán se despertó confuso, solo recordaba una luz segadora, después de eso, solo oscuridad.
   Cuando por fin logró abrir los ojos, un hombre vestido de negro y expresión huraña le miraba sentado en la silla del escritorio, como si fuese lo más normal del mundo su presencia allí, en SU cuarto.
-        Creí haberle dicho a Lucía que no dejase entrar a más vagabundos – dijo Tristán con una sonrisa forzada.
El extraño no se dio por aludido, siguió observándole detenidamente, como si le fuese la vida en ello.
        De pronto se le pasó una idea por la cabeza y se incorporó rápidamente, Clara no estaba por ninguna parte, seguro que se la habían llevado por ponerse a dormir y dejarla desprotegida, había sido un estúpido y tenía que solucionarlo como fuese.
-        ¿Donde está?¡Se que sabes donde está!¡Responde! ¿Donde se la han llevado?
-        Tengo que admitir que me agrada la idea de que mi hija te importe tanto, pero espero que no te moleste si te pido que te alejes de ella.
Tristán volvió a fijarse detenidamente en ese hombre, para darse cuenta de que era el mismo que había llevado a Clara a su casa. Si tenía razón había muchos motivos por los cuales no podía ser su padre.
-        Se qué no eres su padre, así que dime quién eres realmente, y te advierto no me gustan los juegos.
-        Veo que hay problemas en el paraíso, pensé que te contaría que es adoptada y quienes son sus verdaderos padres, quizás me he equivocado y no significas tanto para ella como pensaba…
Fernando sonrió con regocijo al ver la expresión compungida de Tristán. Sabía perfectamente que Clara no había tenido tiempo de decírselo, pero eso él no tenía por que saberlo.
-        Deberías saber que tenemos que rescatar a una fugitiva en apuros, Clara se ha escapado y no tengo la menor idea de adonde ha ido, pero al parecer tu sí.
Tristán soltó una maldición por lo estúpida que podía llegar a ser, y fue en busca de sus cosas.



Tomás avisó al resto de que un hombre se acercaba por la izquierda con una mujer a cuestas, parecía que la llevaba con facilidad, pero él sabía lo agotador que podía resultar la tarea y lo fácil que podía ser matarlos. Hizo una rápida estrategia en unos segundos, y se felicitó por la rapidez de sus pensamientos.
-        Yo que tú no haría nada Tomi, no te recomiendo lanzarte contra mí, a no ser que no te importe la vida de esta belleza llamada Clara, ahora mismo está fuertemente sedada por lo que dudo que pueda hacer gran cosa, es más, opino que será mejor llevarla ante Marco, creo que se va a divertir mucho en su compañía.
Ángel tensó los músculos al oír el nombre de Marco, si permitía que Marco la viese posiblemente nunca llegaría a recuperarla, iba a dar un paso adelante cuando Tomás se lo impidió, dejando a Clara a merced del enemigo.