miércoles, 20 de abril de 2011

CAPITULO 9. UNA CITA PARA TRISTÁN.

   Clara se acercó lo más lento que pudo a Verónica, por las mañanas lo menos que le apetecía era oír su voz chillona hablando sin parar, de temas del que no tenía ni la menor curiosidad. La conocía demasiado bien, como para saber que lo único de lo que sabía hablar era de cotilleos, siempre sin ninguna base fiable. Por eso, normalmente asentía mientras ella hablaba, no le interesaba la vida de los demás, lo único primordial en su vida era ella misma, lo que hacían o dejaban de hacer los demás la traía sin cuidado, siempre y cuando no afectara a su pequeño universo; por eso la afecto tanto, la curiosidad que sentía por Tristán y su vida, ¿sería la curiosidad como la varicela?¿Se pegaba si estabas cerca durante mucho tiempo al lado de Verónica? Si fuera tan fácil contagiarse de la personalidad de una persona, Verónica sería el ser más feliz del mundo. Nunca había tenido personalidad propia, le gustaba imitar a las personas. Actualmente lleva el pelo teñido de rubio y con un corte de pelo igual que el de Clara, pero aún así no se parecían, solo era un triste intento fallido, Clara siempre  había considerado su pelo, como la parte de su cuerpo que más le gustaba, su color desvaído y su piel clara la hacían parecer albina, por lo que llamaba bastante la atención allí por donde pasase, lo que le encantaba, nunca había sido una persona a la que le gustase pasar desapercibida, los halagos y las envidias siempre habían sido algo natural en su vida. Las personas que se esmeraban en complacerla esperaban que ella lo tendría en cuenta, no se podía estar más equivocado, simplemente le parecería algo natural y sin importancia.
-        ¡Clara dime que no es verdad!
 
-        ¿El qué? – dijo sorprendida por su tono de voz.
-        Una fuente muy cercana a mí, me ha dicho – Clara ya se estaba preparando para desconectar, cuando oyó algo que la interesó – que montaste en una moto con Ángel, ¡Con Ángel!¡Te has vuelto loca! Clara, ¿Te has fijado de con quién va acompañado?¡ Con una hippie, un frikis y una empollona!¿Y has visto como viste? lo que seguramente el no ha visto en su vida es un peine ¡que asco!¡Puede tener hasta piojos!¡¿En qué estabas pensando?!
-        Relájate, Verónica por favor, no me puedo creer que me conozcas tan poco, ¿Cómo te puedes creer todo eso después de todas las mentiras que te han dicho?
-        No me puedes negar que comiste el otro día con él.
-        ¿Tenía otra opción? Me dejaste colgada.
Verónica pareció relajarse, mientras se disculpaba y empezaba a contarle todas las facultades de Tristán, que ingenua, para él solo debería ser una manera más de divertirse y ponerla rabiosa a ella, era cruel, pero ¿era ella la más indicada para hablar? Había vendido a un amigo solamente para proteger su reputación, ¿cómo le miraría después de haberle clavado un puñal por la espalda?¿Qué haría si le hablaba en público? Se odió a si misma solo por pensarlo,¿ dejar de hablarle por su apariencia y sus compañías?¿En qué clase de monstruo se había convertido?
El gritó de Verónica, la hizo dejar de reprocharse su comportamiento.
-        ¿Qué pasa?
-        Se me había olvidado ¡A qué no sabes qué!¡Hemos quedado para cenar!
-        ¡Qué! – chilló.
 
-        Yo tampoco me lo podía creer, ¡el tío más bueno del colegio me pide salir!
No pude aguantar más, salí corriendo en su busca, se iba a enterar ese cabrón. No sabía si fue un golpe de mala o buena suerte, pero ahí estaba riendo con un grupo de amigos a cual más idiota, no le sorprendió ver también a Samuel.
-        ¡Tristán! ¿De todas las chicas que hay, tenías que liarte con mi mejor amiga?
Ella sabía que lo que menos le importaba es que fuera Verónica la chica, es más, lo prefería, por lo menos de esa forma tenía un pretexto para gritarle.
-        ¿Es eso lo qué te preocupa?¿No estarás celosa?
-        ¿Yo celosa?¿De ti? – le escupió – por mi vete a esa cita, pásatelo bien, bésala y luego aparte antes de que vomite.
-        No creo que pensarás lo mismo de mis besos el sábado.
Tristán deseó no haber dicho nada, había sido instintivo, pero solo lo había estropeado todo, su cara debería de tener el mismo color que el de Clara, antes de dar media vuelta e irse avergonzada.
Ángel no se lo podía creer, por eso había estado llorando, no había sido su culpa, había sido de Tristán. Lo más razonable en ese momento habría sido comprobar lo que había pasado antes de hacer nada, pero en ese momento no atendía a la lógica.
Su puño fue directo al ojo del Tristán, no supo si fue por las lágrimas de Clara, o por el beso que le había robado, lo único que le importaba era destruirle como él le había destruido, y como no iba a dejar que hiciese con Clara.
Tristán tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo le devolvió el puñetazo con más fuerza, y así empezaron a
volar los puñetazos, hasta que un profesor que pasaba por allí vio el alboroto de los alumnos gritando en un coro, y se pasó por ahí a detener la pelea, aún a riesgo de llevarse un puñetazo en el intento.


Clara cuando se enteró fue lo más rápido posible a la enfermería, esperando que el profesor Roberto no la echara en falta.
Cuando por fin llegó tuvo que esperar diez minutos, hasta que por fin Tristán salió con una bolsa con hielo en el ojo. Ofrecía un espectáculo lamentable, y aunque Clara tubo ganas de reír se contuvo.
-        ¿Puede saberse que pretendías con esa pelea?
-        Antes de sacar erróneas conclusiones, deberías informarte, para tu información fue tu novio quién empezó la pelea, yo solo me defendí- dijo justificándose.
-        En primer lugar yo no soy su novia, y en segundo, Ángel no haría algo así sin motivos.
-        El motivo es que estaba celoso, normal si su novia le pone los cuernos con otro ¿no crees?
-        No soy su novia, y no tiene por qué estar celoso de ti.
-        No te mientas a ti misma, miéntele a él, incluso si quieres perder el tiempo a mi, pero no a ti misma, no valla a ser que te creas tu propia mentira.
-        ¿Cómo te a pasado a ti?¿De verdad eres este tu? No me hables de sinceridad, no tú.
-        Te dejo viene tu novio – dijo con un guiño al ver que se habría la puerta.
Había sido un golpe de suerte, una manera de escapar al acertado comentario de Clara, apenas habían pasado los días, pero era como si se conociesen de toda la vida, a las
chicas les costaba más darse cuenta de que era un cerdo mentiroso.
Efectivamente, ahí estaba Ángel, mirando como se iba Tristán, y no se sentó hasta que se hubo marchado.
-        Me he comportado como un imbécil – se disculpó.
-        ¿Tu crees?¿Qué pretendías conseguir dándole un puñetazo?
-        Tu no lo entiendes, no viste tu cara después de haber estado con él – hizo una mueca involuntaria – Clara, no podía dejar que te hiciese daño.
-        ¡OH no! – no sabía como había hecho para merecer eso – No me digas que eres igual que Samuel, ¿Cuándo aprenderéis que puedo moverme por mi sola? No necesito que me protejan, ni que me digan que es lo que tengo que hacer.
-        Tu no sabes que es capaz de hacer Tristán, no lo comprendes.
-        Si lo comprendo, y si me disculpas tengo una cita con él.
Era verdad que tenía una “cita” con él, pero no era hasta después de clase, pero fue al aparcamiento a esperarle, las clases terminarían dentro de media hora, y no creía que valiera la pena volver a clase, tampoco es que el profesor Alberto la fuera a echar de menos. Su lema era dar clase aunque fuera el fin del mundo, tampoco le importaba que no le hicieran caso, estaba acostumbrado a dar las clases a las paredes, estas no tenían más remedio que escuchar su aburrida cháchara.
-        Debo informarla, que no está permitido deambular por el aparcamiento en horas de clase.
Se volvió pensando que la habían pillado infraganti, pero lo único que vio fuer la pícara sonrisa de Tristán.
-        No me puedo creer que hayas hecho pellas, creía que eras el típico empollón, que decepcionante.
-        Lo mismo digo, ¿tantas ganas tenías de verme?¿Soy tu segundo plato después de haber roto con él?
-        ¡Claro que no!¡Antes muerta! ¿Sabes qué? Debería dejarte arreglarte para tu cita con Verónica, no tengo ganas de practicar, que te lo pases bien.
-        De eso nada, ya estás montando en la moto – dijo poniéndose el casco.
El viaje con Tristán fue mejor de lo que esperaba, aunque demasiado corto para su gusto, con Ángel había tardado el doble y habían ido a la misma velocidad, por eso Clara no tardó en deducir lo que había hecho Ángel, ¡qué cerdo!
Tristán le lanzó un palo sin contemplaciones, y antes de que pudiera defenderse atacó por el flanco derecho.
-        Primera lección, tienes que estar siempre alerta.
Clara comprendiendo su juego, se le encendieron las mejillas de rabia, estaba intentando dejarla en ridículo.
Contraatacó con fuerza, pero él se limitaba a defenderse, no hacía nada por devolverle las estocadas. Clara empezaba a cansarse, haber empezado con tanta fuerza que ya se había cansado, lo que él ahora aprovechaba con cada estocada, gastar las pocas fuerzas que le quedaban, consiguiendo así desarmarla sin esfuerzo. Cogió el palo con delicadeza mientras posaba la punta del suyo, sobre su corazón.
-        Segunda lección, reserva tus fuerzas, no puedes permitirte gastarlas demasiado pronto, así resulta más fácil derribarte, una táctica sencilla es esperar a que el contrincante se canse por si solo, como he hecho yo ahora contigo, volvamos a empezar, no cometas el mismo error.
Clara aceptó la orden con esfuerzo, sabía que tenía que hacerle caso, por su bien tenía que dejar de lado el orgullo.
Se puso en guardia, y esperó a que él atacará, cuando lo hizo se limitó a defenderse como le había visto a hacer a él, hasta que vio un resquicio sin defender por el lado izquierdo, sin pensárselo dos veces asestó un golpe, lo que le hizo ponerse en guardia, sin dejarle oportunidad de volver a darle.
Frustrada intentaba encontrar un hueco donde poder darle, sin éxito, y lo peor de todo era que la única razón por la que aún seguían combatiendo, era porque el quería, sabía que cuando se cansase solo con un movimiento volvería a desarmarla, era todo tan frustrante….
Siguió intentándolo, cada vez con más fuerza, tenía tantas ganas de vencerlo y restregárselo por la cara…  Pero eso solo hizo que a la larga perdiera energía, y sus golpes fueran cada vez más débiles y torpes.
Tristán consideró que era el momento de parar, por eso le dijo:
-        Has vuelto a cometer la misma imprudencia de antes, así no avanzamos, no puedes dejar que la rabia te ciegue, solo es un estorbo que nos puede costar muy caro, tienes que mantener siempre tu mente en blanco, sin dejar que los posibles comentarios de tu contrincante te afecten, la próxima clase lo practicaremos, para ello tienes cada noche que intentar dejar tu mente en blanco.
Su voz era monótona, no era la primera vez que repetía esas palabras, seguramente también habría enseñado a Ángel, y a Lucía si no lo había hecho su tío.
-        Creo que ya está bien por hoy, llegó tarde…
-        No hay problema llamaré a Carlos para que me venga a recoger, puedes irte tranquilo.
 
Tras dirigirle una sonrisa de agradecimiento, la acompañó a la casa donde la esperaba Lucía.
Se estaba marchando pero Clara le detuvo:
-        Por favor, no le mientas, puede ser la personas más molesta del mundo, pero no se merece que le mientas, no le digas que la quieres, que estás enamorado de ella, no creo que te haga falta para llevártela a la cama.
-        Créeme no lo haré, no puedo ofrecer algo que no me pertenece, y mi corazón es tuyo – dijo guiñándole el ojo, de esa forma que él solo sabía hacer.
Por muy acostumbrada que estuviera a que ligaran con ella, está vez tubo un significado especial, no era un chico cualquiera, era Tristán, posiblemente era la primera vez que mostraba sus sentimientos, seguramente no era la primera vez que decía esas palabras, pero si la primera que no mentía, por mucho que él se empeñara en negarlo.
        Sabía que era muy egoísta por su parte, pero no pudo evitar desear, que resultase la peor cita de su vida, que le oliera el aliento, que se pusiera tanto perfume que la dejase inconciente, cualquier cosa…

domingo, 17 de abril de 2011

CAPITULO 8. TRES IMPORTANTES LECCIONES.

Había quedado con Ángel, le había prometido enseñarla a manejar la espada, y por eso estaba sentada en la escalera esperando a que llegase a buscarla. Miró con desprecio a su descapotable blanco, ¿de qué le servía tener un lamborghini si no podía conducirlo? Y lo más importante, presumir de él. Por ahora, solo había conducido en su finca, pero eso sin carnet no le servía de nada.        
         Y por eso, cuando vio a Ángel llegar en moto quiso darle una patada con todas sus fuerzas, pero se contuvo al recordar lo que había costado. Ella nunca había montado en moto, casi que prefería volver a ir en metro, pero se contuvo, ¿y por qué no? Sería una buena oportunidad para tocarle sin levantar sospechas, y sin tener que sentirse culpable.
        Se puso el casco que le tendió y se montó, dio gracias para sus adentros por no haberse puesto tacones.
        Ángel aceleró, y Clara con un grito de susto se apretó con fuerza a él, cerrando los ojos con fuerza temiendo que si los abría se caería.
        Ángel era ajeno a estos pensamientos, lo único que le importaba es que Clara le estaba apretujando como si le fuera la vida en ello, lo que en vez de incomodarle le hacía sonreír, tenía que llevarla más veces en moto.
        Cuando se logró tranquilizar, se dio cuenta que no le iba a pasar nada, que Ángel estaba con ella, pero aún así no aflojó la fuerza con la que le agarraba, en parte por seguridad, y en parte por sentirle cerca de ella, sentir su respiración acompasada con la suya, sonrió y se dejo llevar, quiso reclinarse para atrás y sentir el aire azotándole la cara, se tubo que conformar con apoyar la cabeza en el hombro de Ángel debido al casco.
        Ángel no quería romper ese momento, por eso dio un par de vueltas antes de llegar por fin a su destino.
        Clara no se podía creer que la hubiera llevado a otra casa de la alianza, pensaba que iban estar solos, alo mejor se había confundido y el solo la quería como amiga, ¿sería posible que después de haber intentado besarla se había olvidado de ella? No podía sacar conclusiones precipitadas, eso no significaba nada, alo mejor se lo habían ordenado, no tenia por qué implicar que no quisiera estar a solas con ella, después de su rechazo.
-        He pensado que querrías aprender a usar la espada en un lugar especial, con una persona especial , con un amigo… – añadió bajito – Por eso te he traído aquí, donde además de cumplir la promesa que te hice, podremos estar solos.
-        ¿La promesa que me hiciste?
-        ¿No querías ver donde vivíamos?
Ángel la guió entre los árboles, como la vez anterior no pasó nada, y también como la vez anterior había una casa destinada para la utilización de la alianza, <<¿son todas iguales?>> Pensó Clara.
-        Si vivís aquí, ¿cómo vamos a estar a solas?
-        Hice prometer a Tristán que no metería sus narices donde no le llamaban, y Lucía no creo que venga hoy.
Parecía ser un día prometedor, así que decidió sacar la espada con la esperanza de aprender cuanto antes, y así poder luchar sin levantar burlas.
-        Clara, me encanta tu entusiasmo, pero, por tu seguridad y la mía, es mejor empezar con palos – dijo lanzándole uno.
No habían empezado a practicar, cuando Clara se lanzó hacía él, palo en mano, empezó a darle palazos pero Ángel la desarmo sin esfuerzo y le dijo:
-        Ahora mismo estarías muerta.
-        No si ago esto – dijo quitándole el palo – para no ser la primera vez que luchas, estás muy desentrenado, primera lección, tienes que estar siempre alerta.
-        Creía que era yo el que daba la clase.
-        Segunda lección, la clase la da el que va armado y puede matar al contrincante a palazos. Tercera lección, si quieres tu palo, ven a cogerlo.
Salió corriendo, a su espalda oía los pasos de Ángel cada vez más cerca, hasta que por fin la derribó, le quito el palo, y le dijo al oído:
-        ¿Tus últimas palabras?
Clara se acercó a él lentamente, Ángel pensando que le iba a besar cerró los ojos, Clara sonriendo le quitó el palo, y le dio en el hombro levemente.
-        Muerto, tienes que estar siempre alerta – dijo burlonamente.
-        Ha sido juego sucio.
-        Todo vale, además no puedes esperar que jueguen limpio, aprovecharán cualquier fallo para matarte.
¿Desde cuando él era el alumno? Había luchado muchas veces, y ahora ella venía y le dejaba en ridículo. Bajó la mirada azorado, había intentado enseñarle con el fin de que presumir de destreza delante de ella, su capacidad no era comparable con la de Tristán, pero podía decir con orgullo que tenía bastante desenvoltura con la espada. 
-        Teniendo en cuenta que ha sido la primera clase, no ha estado nada mal pero su puede mejorar – dijo ella, con un sonrisa pícara.
¿Cómo se podía resistir a eso? Desde el principio había intentado negar lo que sentía por ella, pero cada vez que la miraba no podía recordar ninguno de sus argumentos ilógicos, pero está vez ganaron la batalla, no debía forzar la cosas si no quería perderla.
Lástima, que Tristán no valorara este apto de paciencia por su parte.
-        Confié en ti para que le enseñaras a manejar la espada, sabiendo que yo soy mejor,¿ y intentas enseñarle a besar? No habéis practicado nada, has puesto en juego la vida de Clara, cada minuto que pasa indefensa, más probabilidades hay de que la maten o algo peor…
-        Hicimos un trato, tu no tienes porque estar aquí.
-        ¿Para qué?¿ Para poder daros el lote a gusto? Adelante no os cortéis, pero yo no me pienso ir, nunca dije que no podía estar por los alrededores de la casa.
-        ¿Por qué haces esto?¿Qué ganas a cambio? – preguntó Clara.
-        ¡Lo único que pretendo es protegerte!
-        De lo único que me tienes que proteger es de ti mismo.
Tristán apartó la cara, para que no pudiera ver su expresión, después dijo con el tono de voz más frió que pudo:
-        Te llevaré a casa, y tú – dijo mirando a Ángel – no te vallas muy lejos.
-        Clara, ¿qué te parece si quedamos el próximo fin de semana? No creo que podamos estar a solas en otra clase.
-    Me parece bien, porque no habrá próxima clase, Clara, saluda a tu nuevo profesor, también puedes llamarme Tristán – dijo guiñándole un ojo.

jueves, 14 de abril de 2011

CAPITULO 7. MÁS ALLÁ DEL ODIO.

Clara no había hablado en todo el camino de vuelta, sumida en sus pensamiento, este silencio solo fue roto al contestar al móvil, era Samuel, como no…¿es qué no la podía dejar en paz?
-        ¿Qué quieres? – contestó de mala gana.
-        Quería saber si estabas bien – dijo más preocupado por su tono de voz que ofendido.
Había tenido un día duro, las palabras de Tristán seguía martilleándole en la cabeza, y toda esa rabia contenida salió a la luz:
-        ¡Samuel déjame respirar tranquila! No pasan cinco minutos que no llames haber si estoy bien, no eres ni mi padre, ni mi hermano, ni siquiera mi novio, estoy harta Samuel, es la misma historia de siempre, si no estás celoso estás preocupado ¡Se acabó! Puedo hacer lo que me de la gana cuando me de la gana, sin tener que darte explicaciones.
Colgó al instante, se había quitado un peso de encima, la calma volvió a ella.
Ángel se apartó unos centímetros, pensando que era mejor estar fuera de su alcance. En cambio Tristán le sonreía de oreja a oreja, cada vez descubría nuevas cosas de ella que en vez de desagradarle la hacía parecer más irresistible.
Clara había apartado la mirada, después de tanto tiempo, había vuelto haber sus ojos con esos destellos rojos tan inquietantes. Por otra parte tampoco es que quisiera mirarle, después de oírle decir todo lo que había hecho sin la menor muestra de arrepentimiento, o eso parecía.
No paraba de pensar que estaba con unos extraños a los que apenas conocía, ¿cómo habían llegado hasta ahí?¿Cómo se habían enterado de donde vivía ella y Ángel?¿Cuál había sido el pasado de Ángel? Había tantas preguntas… y todas ellas sin contestar, y lo peor de todo, es que se había dado cuenta de a la ignorancia a la que la tenían sometida justo ahora. Ella era miembro del grupo, ella era aire, tenía derecho a saber, pero no era lo bastante valiente como para decir sus preguntas en voz alta, para después tener que oír, el “más adelante” de siempre.
No tuvo que molestarse en preguntar, Tristán la sacó de dudas diciendo:
-        Creo que te debo una respuesta a tu pregunta, Lucía y yo no somos hermanos, mi padre la trajo antes de nacer yo, somos como hermanos, y Marcos… es medio hermano, por parte de madre.
Clara siguió callada a pesar de la curiosidad, el rencor seguía estando ahí.
-        Yo también te debo una explicación, no te quise explicar nada, para no ver la compasión en tus ojos cada vez que te mirase, ahora se que hice mal, y lo siento – Clara no había apartado la mirada del suelo, como una niña arrepentida – Mi padre me abandonó en un orfanato nada más nacer, y a mi madre la ingresó en un psiquiátrico (manicomio), la última vez que lo vi estaba en Alemania – dijo mirando a Tristán sin disimular su odio – pase la mayor parte de mi vida en un orfanato, hasta que Tristán me secuestro en una de mis visitas a mi madre, esa fue la última vez que la vi – el odio en su mirada se reavivó en está última frase.
-        No podemos correr riesgos.
-        Los corrimos cuando fuimos a ver a mi padre.
-        Necesitábamos esa información.
 
-        Mi padre me desprecia Tristán, sabías que nunca nos daría esa información, odia todo lo que tiene que ver con la magia, y nunca contribuiría a salvarla aunque ese fuera su fin.
Clara se acercó intentando oír mejor, pero eso solo hizo que se dieran cuenta de su presencia, y se callarán al instante. Clara maldijo por lo bajo, la cosa se estaba poniendo realmente interesante,¿era ese el origen del odio de Ángel hacía Tristán?¿Qué había pasado realmente?
Era todo tan injusto… sentía tanta curiosidad… pasar tanto tiempo con Verónica le estaba afectando, era su mejor amiga, pero ambas sabían que era solo por conveniencia.
Hizo un mohín y se giró hacía la ventana, estaba segura que incluso Lucía sabía más que ella, lo que era terriblemente vergonzante.
Las puertas del metro por fin se abrieron, Clara salió corriendo despidiéndose con la mano de Ángel y Tristán, tenía una cita con Lucía.



Clara, había ido lo más rápido posible al lugar de la cita, tras dejarle un mensaje a Lucía avisándola.
-        ¡Hola! – dijo alegremente, mientras se dirigía a ella dando saltitos.
Clara miró a su alrededor, solo había dos personas en la plaza, ninguna conocida para su alivio.
-        Hola Lucía, gracias por haber venido.
Un placer – dijo con un radiante sonrisa – hubiera llegado antes, pero sigo sin entender como funciona este móvil, no entiendo porque Tristán me obliga a
-        usarlo, es un aparato innecesario y terriblemente caro, que solo aumenta el consumo y por tanto la crisis, antiguamente no había, y nadie a muerto por ello.
Que rarita era… Menos mal que no había nadie presente, por eso se permitió decir:
-        Claro… ¿quién en su sano juicio tiene uno voluntariamente?
-        Eres la primera persona que me comprende – dijo agradecida por el comentario.
-        ¿Enserio? Nadie lo diría… - decidió que era el momento de cambiar de tema – Lucía, ¿tú sabes por qué Ángel detesta a Tristán?
-        Porque Tristán obligó a Ángel a ver a su padre, cuando volvió estaba muy triste, su padre le había dicho cosas muy malas. Al día siguiente, Ángel le dijo a Tristán que se tenía que ir, que el padre había retirado el dinero que mantenía interna a su madre, y tenía que ir con ella, pero Tristán se lo prohibió, y ahora vive con gente de la alianza, sin poder ver a nadie, porque ha empeorado mucho, está totalmente aislada del mundo.
Clara se quedó boquiabierta,¿ Como se había enterado de todo eso?¡Y parecía tonta! Ese día aprendió dos cosas, que tenía que tener cuidado de lo que decía delante de Lucía, y que no se le podía contar un secreto, ¡Qué bocazas era! Justo lo que necesitaba.
-        Lucía,¿Has visto alguna vez a Tristán besar?¿La chica parecía que sufría?
-        ¿Y por qué tendría qué sufrir? Si lo he visto besar, y no es que sea principiante precisamente.
Clara no la contradijo, sabía de primera mano como era Tristán besando, y a pesar del dolor del las quemaduras en su piel, lo había disfrutado al máximo.
-        Clara creo que me he ido de la lengua, ¿podría ser este nuestro pequeño secreto? Ya sabes como hacen las amigas.
-        Lucía, nosotras somos amigas – dijo esperando que no se lo tomase al pie de la letra.
-        ¿Enserio? – dijo sin poder ocultar lo feliz que la hacía esas palabras – Como ya he abierto la boca no creo que haga ningún mal al contarte otra cosa más, ¿no crees? No dejes escapar a Ángel, por primera vez en mucho tiempo ha vuelto a sonreír, y el brillo en su mirada que creía perdido para siempre, vuelve cada vez que te mira.
Clara se sintió culpable,¿por qué era todo tan complicado?¿Por qué no podía olvidar a Tristán y enamorarse de Ángel? Todo sería más fácil, pero el amor no tiene reglas, no se le puede atar, como viene se va, y en ese momento su corazón estaba con Tristán, por mucho que le pesase.
-        ¿Y Tristán?
-        ¿Tristán? Digamos que ni el mismo sabe cuales son sus verdaderos sentimientos, está tan concentrado en el  exterior,  en fingir ser lo que no es, que se ha creído su propia mentira. Clara no sabes lo feliz que me haría veros juntos, pero no funcionaría. Yo ya perdí la esperanza hace tiempo, no quiero que te pase lo mismo.
Clara admiró la facilidad de Lucía de mirar en el  interior de las personas, pero deseo con todas sus fuerzas que se equivocara, quería volver a besarle, volver a sentir el calor recorriendo su cuerpo,¿desde cuando era masoquista?

domingo, 10 de abril de 2011

CAPITULO 6. ¿AMOR U ODIO?

Clara se había quedado sola con sus pensamientos. Por una parte quería que la encontraran, tener a alguien con quién consolarse, y por eso había dejado tantas pistas de su paradero, se había molestado en dejar rastro de barro por donde había pasado, buscando que Ángel le dijera la verdad, que le dijese lo importante que era para él, que no era un simple instrumento para sus planes, quería creerle, por otra parte también podía suceder que Ángel pensase que quería estar sola, que no quería compañía en esos momentos. Lo que no se le había ocurrido pensar era que Tristán no era tan considerado.
-        No te has molestado mucho en esconderte.
-        Pensé que no tenía sentido con unos profesionales del rastreo – mintió.
-         No te equivocabas, pero si te equivocas en la opinión que tienes sobre Ángel, y lo siento porque fue mi culpa, no le culpes a Ángel, en ese momento estaba segado por mi ira y cometí una insensatez al decirte eso.
-        Pero es verdad, me mintió, me contó toda tu historia sin pararse a pensar si quería que tu hicieras lo mismo con él – dijo olvidándose de que ella le había sonsacado la información prometiendo que nunca lo diría.
-        Si yo no le guardo rencor, ¿por qué se lo guardas tú?
-        Porque no debería haberlo echo, y me arrepiento de haberlo escuchado – volvió a mentir.
-        No, le guardas rencor por no haber confiado en ti para decirte la verdad, y no le debes culpar por ello, para él fue muy duro, y cuando creyó haber dejado atrás su pasado yo lo saqué a relucir.
-        ¿Tan duro fue?
-        Prefiero que te lo diga él mismo, cuando llegue el momento.
Clara sonrió muy a su pesar, estaba tan distinto… ¿desde cuando era tan… encantador? Se fue acercando hasta sentir su aliento en la cara, estaba como hipnotizada por esos ojos inhumanos, cuando él la acercó hacía sí, con fiereza y los dos se fundieron en un apasionado beso donde dejaron atrás todo, donde solo importaban ellos dos. El calor vino a su cuerpo sintió que se estaba quemando, cada fibra de su ser ardía por dentro, y en ese momento fue cuando Clara se dio cuenta que realmente no quería besarle. ¿Cómo habían llegado a esa situación?
Aferrándose al poco sentido común que le quedaba, intentó apartarlo sin conseguirlo, solo consiguió que la cogiera con más fuerza, asustada intento gritar, y ahí fue cuando Tristán se dio cuenta de lo que acababa de hacer y se apartó con violencia, se había doblegado al poder del fuego.
Clara dio un paso atrás ahora que estaba libre, mirando con nuevos ojos a Tristán, lo que antes le había parecido irresistible ahora ofrecía una cara aterradora, la miraba con fiereza, estaba haciendo un duro esfuerzo por contenerse y no lanzarse sobre ella, nunca le había pasado algo así, normalmente el llevaba el control sobre el fuego que llevaba en el interior, pero con esta chica todo era distinto, una chica normal nunca hubiera encontrado fuerzas para resistir el hipnotizante fragor del fuego, pero había pasado por alto que Clara no era una chica normal.
-        Lo siento – logró decir cuando se tranquilizó.
-        ¡Por qué no te apartaste!
-        No podía, tú no lo entiendes.
-        ¡Claro que lo entiendo! Eres un cerdo, no vuelvas a acercarte a mi ¿me oyes?
-        Lo siento Clara – dijo casi en un susurro – tienes razón, Ángel es lo mejor para ti, pero nunca olvides que también sientes algo por mi, nunca te olvides.
-        Siento asco y odio.
-        No te mientas a ti misma, y aunque así fuera y sintieras odio hacía mi, eso solo significaría que te importaría lo suficiente como para odiarme, pero tu lugar está con Ángel no conmigo.
Clara odiaba esa facilidad de tergiversar sus palabras, pero en el fondo sabía que tenía razón, sentía algo por él fuera del odio, solo que aún no sabía qué. No quería enfrentarse a sus sentimientos, quería seguir engañándose y seguir pensando que le odiaba, todo sería más fácil así.
 -   Hablas como si tuviera la obligación de estar con Ángel,¿y si yo no quiero estar con él?¿Me obligarás?¿Y si quisiera estar contigo?
-        No puedes Clara, no te merezco, no soy bueno Clara, lo único que haría es herirte, ¿es qué no lo entiendes? Solo te bese y fui tan amable contigo para tenerte a mi voluntad, y para tener la seguridad de que nunca nos traicionarías, de que nunca confundirías a Ángel entre su deber y su amor, pero he jugado mal mis cartas, te subestimé, pudiste conmigo Clara.
Clara echó a correr entres lágrimas, ¿como podía hacerle tanto daño una persona?
Ojala no se encontrará con nadie, y menos con Ángel, no tenía ganas ni fuerzas de hablar. Al parecer la suerte no estaba de su parte, porque ahí  estaba él, corriendo desaforadamente hacia ella.
-        Clara lo siento, lo siento, lo siento – dijo casi sin resuello, pensando que él era el causante de sus lágrimas.
-        No tengo nada que perdonarte, fui una estúpida – dijo con la intención de desembarazarse de él.
-        No, tenías razón, eres mi amiga, debería haber confiado en ti, al fin y al cabo, no me puedo quejar comparado con Tristán yo tengo mucha suerte, yo te tengo a ti.
¿Era eso cierto?¿De verdad Tristán no la tenía acorralada entre sus zarpas?¿Por qué la vida era tan difícil? Siempre había pensado que el amor era como un cuento de hadas, donde solo había felicidad, que equivocada estaba, en el amor no había reglas y no se podía elegir, estaba jugando con fuego y se podía quemar. Sonrió por la comparación tan acertada.
Ángel malinterpretó su sonrisa, y se acercó poco a poco, tan sigilosamente que cuando se quiso dar cuenta lo tenía tan cerca, que con un ligero movimiento podía besarle. Azorada dio un paso atrás, no era justo para Ángel besarla cuando sus pensamientos iban hacía Tristán, estaba decidida a mantener las distancias hasta que supiera a ciencia cierta que era lo que sentía por él,¿su amor por él iba más allá de la amistad?
Ángel no se podía creer que hubiera cometido tal insensatez, debería haberse dado cuenta que sus sentimientos hacía él no iban más allá de la amistad, pero no podía dejar de pensar como había trastocado su mundo en tan poco tiempo, y deseo con todas sus fuerzas poder cambiar el suyo.
Y Tristán por su parte, estaba dolido por haberla dejado marchar de esa forma tan rastrera, pero lo que verdaderamente le dolía era que todo lo que le había dicho era verdad, y ahora Dios le pagaba con la misma moneda, había querido engatusar a Clara con sus encantos, y él había sido el perjudicado, ¿por qué no había parado cuando aún estaba a tiempo?

sábado, 9 de abril de 2011

CAPITULO 5. UNA PESADILLA DISFRAZADA DE SUEÑO.

Tristán había llegado lo más rápido posible, y solo se relajó al verla sana y salva, pero la preocupación seguía estando ahí, y no pudo evitar decir:
-         Clara, ¿estás bien?
Había tanta preocupación en su voz que casi la asustó, sus ojos recorrían su cuerpo intranquilo buscando hasta el más mínimo rasguño, a Clara no le paso desapercibido el breve vistazo a su escote.
-         Estoy bien,¿desde cuándo te preocupas por mí?
-         No lo ago, solo había albergado la esperanza de poder abrir una botella de Chamlang, seguramente ya habrá otra ocasión.
-         Siento haberte decepcionado, la próxima vez seguro que caeré muerta si eso te consuela.
-         Seguramente será el mejor día de su vida, porque no solo brindara por una muerte – dijo Ángel.
Clara se sonrojó por la indirecta, Ángel era tan dulce… casi parecía un ángel de verdad.
-         ¿Quién su perro? Se parecen mucho – dijo con un aire malévolo.
Tal vez la iluminación del local la había confundido, ¿de verdad había pensado que Tristán podía estar preocupado por lo que le pasase a ella? Dudaba seriamente que pudiera siquiera sentir compasión sino era por si mismo, por eso abrió la boca para contestarle, pero la cerró al instante al recordar la historia que le había contado Ángel. Él sonrió socarronamente al dar la batalla por ganada, Clara cerró el puño con fuerza, sabía que no iba a aguantar mucho con esa farsa, tarde o temprano acabaría por soltar todo lo que pensaba de él, y cuando eso ocurriese, ella ganaría la batalla, y la guerra.
-         ¿Ya te has encargado de los cuerpos? – le preguntó Tomás, ajeno a la pelea que se acababa de desencadenar.
-         No, tenía otras cosas que hacer.
-         ¿El qué, mirarte en el espejo? – se burló Clara.
-         Tenía que asegurarme de que estabas bien.
-         ¿Para ver si comprabas la botella de Chamlang?
-         No me puedo creer que a estas alturas no sepas lo que significas para mi .
La miró haciéndola sentir desnuda, sonrió tontamente,¿qué le estaba pasando?
-         ¿Qué significo para ti? – dijo Clara, sin quitar la estúpida sonrisa de la cara.
Ángel no le dio tiempo a hablar:
-         Ahora que ya has visto que esta bien, ¿puedes ocuparte de los cuerpos?
-         Creo que será lo mejor.
Clara lo miró mientras se iba, despertándose poco a poco de lo que había sido un sueño maravilloso.


Clara ya no podía moverse, después de haber caminado entre la maleza media hora con unos zapatos nada adecuados, cuando por fin Tomás anunció que ya habían llegado, pero,¿adonde?, ahí no había nada más que árboles.
-         ¿Dónde está la casa?
-         Estos árboles han crecido bajo la magia, lo que crea una barrera indestructible que solo pueden atravesar ciertas personas, y al ser la magia de la madre tierra, es más poderosa, porque cuando son creados empiezan a ser como los demás árboles pero con algunos poderes, por lo que no dependen de la magia de la portadora.
-         ¿Y cómo va a llegar Tristán?
-         Para él, no es su primera visita.
Clara no se molestó en preguntar nada más, y se adentro entre los árboles que no opusieron resistencia, tampoco es que unos árboles pudieran hacerlo, pero si una cosa había aprendido en ese poco tiempo es que no había nada imposible.
Detrás de esa arboleda había una casa enorme, habría sido una casa preciosa si no fuera por la decoración que la hacía parecer apagada, sin vida.
Al segundo salió a recibirles una mujer que era la viva imagen de Paula, posiblemente lo único que marcaba la diferencia eran las arrugas y la sonrisa.
-         ¡Ángel! Me tenías preocupada, llevo sin noticias de ustedes desde el verano, y ya estamos en octubre,¿Cómo están Lucía y Tristán? – a pesar de la reprimenda no había cambiado su expresión.
-         Están bien, Tristán está en camino.
La mujer hizo un leve gesto de contrariedad, eso significaba hacer comida para más personas de las que contaba, pero nunca dejaría sin comer a nadie bajo su techo.
Por primera vez miró a Clara, percatándose en ese momento de su presencia.
-         Hola Clara, yo soy Paloma, la madre de Miguel, Paula y Tomás.
A Clara, le estaba empezando a enfadar que todo el mundo supiera quien es, pero aún así la saludó amablemente.
Les dirigió a una salita, estaba casi vacía, y lo poco que tenía estaba amueblado igual de soso que el resto de la casa. En el sillón estaba un hombre que no se molestó en levantarse a saludarles, simplemente hizo un ligero movimiento con la mano, sin embargo se tubo que levantar igualmente para comer, lo que le costo mucho porque lo que había perdido de pelos lo había ganado en kilos.
En el comedor ya sentado se encontraba Tristán, que charlaba animadamente con Paula, desde allí Clara logó oír parte de la conversación:
-         ¿Ves esto Tristán? – dijo Paula señalando la venda que tenía en el brazo – Es por culpa de Clara – dijo tan burlonamente su nombre, que Clara supo que Tristán no la dejaba insultarla – nos dejo combatiendo en inferioridad numérica y se fue dejándonos colgados, no se como logró escapar con vida.
-         No gracias a ti – le respondió ella.
Paula, no se achantó como había previsto Clara:
-         Yo luchaba con honor, defendiendo mi vida, no deje la batalla a la suerte.
-         Lo único que hubiera conseguido quedándose es morir, aún no se ha iniciado en esgrima, y si no lo sabías Paula, muerta no nos sirve de nada, es lo mejor que podía haber echo – la defendió Ángel.
 
Clara no supo apreciar la ayuda, lo único que había oído es como Ángel decía que solo la quería viva porque la necesitaba, nada más.
Se sentó en la mesa lo más lejos posible de Ángel, y enfrente de Paula, si quería guerra la iba a tener.
La cena no resultó ser como había pensado, Paula no paraba de coquetear descaradamente con Tristán lo que a él no parecía molestarle en absoluto. Cuando este se dio cuenta de la expresión crispada de ella, empezó a juguetear con la mano de Paula y a decirle cosas al oído que no lograba oír. Arta de ese numerito, decidió mirar hacía otro lado, intentó atraer la mirada de alguien, esperando que se dieran cuenta de la escenita que estaban montando esos dos, pero nada, la única que logró captar fue la de Ángel, pero, ¿qué podía hacer él?
Nuevas risitas, y mientras, los demás seguían hablando animosamente sin darse cuenta de nada. Tenía que hacer algo, la vomitiva risa de Paula seguía resonando en sus oídos hasta que no aguanto más, y dijo para interrumpir la conversación:
-         Tristán, hay una cosa que no entiendo, si tu cumpleaños es en verano y el de Lucía en primavera, y tenéis la misma edad, ¿quiénes son sus padres?¿Y de Marcos?
Tristán dio un respingo al oír ese nombre, ¿Cómo lo sabía? Solo podía haber una explicación, fulminó con la mirada a Ángel, y salió de la habitación esperando a que le siguiera.
-         Disculpadme, tengo que ir al baño.
-         Yo también, ¿Ángel podrías mostrarme el camino?
Ángel, le lanzó una mirada de advertencia, pero fue hacia la puerta y le dijo:
-         ¿Vienes?
Con una sonrisita de suficiencia le siguió por el pasillo, hasta que oyeron una voz a sus espaldas, se giraron y ahí estaba la imponente figura de Tristán.
-         Para que trajiste a Clara, ¿para qué te proteja?
-         Yo no la he traído, ha venido por si sola, puede hacer lo que ella quiera, no soy su dueño.
-         Qué enternecedor por tu parte no querer morir solo, aunque tengo que admitir, que me resultará más difícil matarte con ella delante.
-     Aquí me tienes, hazlo si te atreves.
Tristán cerró el puño con fuerza, estaba asiendo un gran esfuerzo para no pegarle un puñetazo, pero se sobrepuso a la rabia y preguntó:
-         ¿Por qué se lo dijiste?
-         Creí que tenía derecho a saberlo – replicó con frialdad.
-         Tienes razón tenía derecho a saberlo, es más tiene derecho a saber también tu historia, ¿no crees?
-         No te atreverás – dijo empujándole con toda su fuerza.
-         Pruébame.
-         ¡Ya basta! No quiero saber su estúpida historia, al fin y al cabo solo soy un instrumento que necesitas vivo para vuestra asquerosa misión ¿no?
-         Clara yo no quería decir eso, sabes que para mi significas mucho – se justificó Ángel.
-         No lo suficiente para contarme tu historia, creí que eras mi amigo, me equivoqué.
 Tristán la cogió del brazo con fuerza para impedir que se fuera.
-         Tristán suéltame, por favor – le imploró sin éxito.
-         No puedo dejarte ir así.
-         ¡Qué me sueltes! ¡Vete con esa zorra!
Tristán, sorprendido aflojó la fuerza un segundo que ella aprovechó para escapar lo más rápido y lejos posible,  y se acordó por el camino, las palabras que siempre decía Margarita, la gente no cambia con el tiempo, muestran su verdadera cara.