Clara se acercó lo más lento que pudo a Verónica, por las mañanas lo menos que le apetecía era oír su voz chillona hablando sin parar, de temas del que no tenía ni la menor curiosidad. La conocía demasiado bien, como para saber que lo único de lo que sabía hablar era de cotilleos, siempre sin ninguna base fiable. Por eso, normalmente asentía mientras ella hablaba, no le interesaba la vida de los demás, lo único primordial en su vida era ella misma, lo que hacían o dejaban de hacer los demás la traía sin cuidado, siempre y cuando no afectara a su pequeño universo; por eso la afecto tanto, la curiosidad que sentía por Tristán y su vida, ¿sería la curiosidad como la varicela?¿Se pegaba si estabas cerca durante mucho tiempo al lado de Verónica? Si fuera tan fácil contagiarse de la personalidad de una persona, Verónica sería el ser más feliz del mundo. Nunca había tenido personalidad propia, le gustaba imitar a las personas. Actualmente lleva el pelo teñido de rubio y con un corte de pelo igual que el de Clara, pero aún así no se parecían, solo era un triste intento fallido, Clara siempre había considerado su pelo, como la parte de su cuerpo que más le gustaba, su color desvaído y su piel clara la hacían parecer albina, por lo que llamaba bastante la atención allí por donde pasase, lo que le encantaba, nunca había sido una persona a la que le gustase pasar desapercibida, los halagos y las envidias siempre habían sido algo natural en su vida. Las personas que se esmeraban en complacerla esperaban que ella lo tendría en cuenta, no se podía estar más equivocado, simplemente le parecería algo natural y sin importancia.
- ¡Clara dime que no es verdad!
- ¿El qué? – dijo sorprendida por su tono de voz.
- Una fuente muy cercana a mí, me ha dicho – Clara ya se estaba preparando para desconectar, cuando oyó algo que la interesó – que montaste en una moto con Ángel, ¡Con Ángel!¡Te has vuelto loca! Clara, ¿Te has fijado de con quién va acompañado?¡ Con una hippie, un frikis y una empollona!¿Y has visto como viste? lo que seguramente el no ha visto en su vida es un peine ¡que asco!¡Puede tener hasta piojos!¡¿En qué estabas pensando?!
- Relájate, Verónica por favor, no me puedo creer que me conozcas tan poco, ¿Cómo te puedes creer todo eso después de todas las mentiras que te han dicho?
- No me puedes negar que comiste el otro día con él.
- ¿Tenía otra opción? Me dejaste colgada.
Verónica pareció relajarse, mientras se disculpaba y empezaba a contarle todas las facultades de Tristán, que ingenua, para él solo debería ser una manera más de divertirse y ponerla rabiosa a ella, era cruel, pero ¿era ella la más indicada para hablar? Había vendido a un amigo solamente para proteger su reputación, ¿cómo le miraría después de haberle clavado un puñal por la espalda?¿Qué haría si le hablaba en público? Se odió a si misma solo por pensarlo,¿ dejar de hablarle por su apariencia y sus compañías?¿En qué clase de monstruo se había convertido?
El gritó de Verónica, la hizo dejar de reprocharse su comportamiento.
- ¿Qué pasa?
- Se me había olvidado ¡A qué no sabes qué!¡Hemos quedado para cenar!
- ¡Qué! – chilló.
- Yo tampoco me lo podía creer, ¡el tío más bueno del colegio me pide salir!
No pude aguantar más, salí corriendo en su busca, se iba a enterar ese cabrón. No sabía si fue un golpe de mala o buena suerte, pero ahí estaba riendo con un grupo de amigos a cual más idiota, no le sorprendió ver también a Samuel.
- ¡Tristán! ¿De todas las chicas que hay, tenías que liarte con mi mejor amiga?
Ella sabía que lo que menos le importaba es que fuera Verónica la chica, es más, lo prefería, por lo menos de esa forma tenía un pretexto para gritarle.
- ¿Es eso lo qué te preocupa?¿No estarás celosa?
- ¿Yo celosa?¿De ti? – le escupió – por mi vete a esa cita, pásatelo bien, bésala y luego aparte antes de que vomite.
- No creo que pensarás lo mismo de mis besos el sábado.
Tristán deseó no haber dicho nada, había sido instintivo, pero solo lo había estropeado todo, su cara debería de tener el mismo color que el de Clara, antes de dar media vuelta e irse avergonzada.
Ángel no se lo podía creer, por eso había estado llorando, no había sido su culpa, había sido de Tristán. Lo más razonable en ese momento habría sido comprobar lo que había pasado antes de hacer nada, pero en ese momento no atendía a la lógica.
Su puño fue directo al ojo del Tristán, no supo si fue por las lágrimas de Clara, o por el beso que le había robado, lo único que le importaba era destruirle como él le había destruido, y como no iba a dejar que hiciese con Clara.
Tristán tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo le devolvió el puñetazo con más fuerza, y así empezaron a volar los puñetazos, hasta que un profesor que pasaba por allí vio el alboroto de los alumnos gritando en un coro, y se pasó por ahí a detener la pelea, aún a riesgo de llevarse un puñetazo en el intento.
Clara cuando se enteró fue lo más rápido posible a la enfermería, esperando que el profesor Roberto no la echara en falta.
Cuando por fin llegó tuvo que esperar diez minutos, hasta que por fin Tristán salió con una bolsa con hielo en el ojo. Ofrecía un espectáculo lamentable, y aunque Clara tubo ganas de reír se contuvo.
- ¿Puede saberse que pretendías con esa pelea?
- Antes de sacar erróneas conclusiones, deberías informarte, para tu información fue tu novio quién empezó la pelea, yo solo me defendí- dijo justificándose.
- En primer lugar yo no soy su novia, y en segundo, Ángel no haría algo así sin motivos.
- El motivo es que estaba celoso, normal si su novia le pone los cuernos con otro ¿no crees?
- No soy su novia, y no tiene por qué estar celoso de ti.
- No te mientas a ti misma, miéntele a él, incluso si quieres perder el tiempo a mi, pero no a ti misma, no valla a ser que te creas tu propia mentira.
- ¿Cómo te a pasado a ti?¿De verdad eres este tu? No me hables de sinceridad, no tú.
- Te dejo viene tu novio – dijo con un guiño al ver que se habría la puerta.
Había sido un golpe de suerte, una manera de escapar al acertado comentario de Clara, apenas habían pasado los días, pero era como si se conociesen de toda la vida, a las chicas les costaba más darse cuenta de que era un cerdo mentiroso.
Efectivamente, ahí estaba Ángel, mirando como se iba Tristán, y no se sentó hasta que se hubo marchado.
- Me he comportado como un imbécil – se disculpó.
- ¿Tu crees?¿Qué pretendías conseguir dándole un puñetazo?
- Tu no lo entiendes, no viste tu cara después de haber estado con él – hizo una mueca involuntaria – Clara, no podía dejar que te hiciese daño.
- ¡OH no! – no sabía como había hecho para merecer eso – No me digas que eres igual que Samuel, ¿Cuándo aprenderéis que puedo moverme por mi sola? No necesito que me protejan, ni que me digan que es lo que tengo que hacer.
- Tu no sabes que es capaz de hacer Tristán, no lo comprendes.
- Si lo comprendo, y si me disculpas tengo una cita con él.
Era verdad que tenía una “cita” con él, pero no era hasta después de clase, pero fue al aparcamiento a esperarle, las clases terminarían dentro de media hora, y no creía que valiera la pena volver a clase, tampoco es que el profesor Alberto la fuera a echar de menos. Su lema era dar clase aunque fuera el fin del mundo, tampoco le importaba que no le hicieran caso, estaba acostumbrado a dar las clases a las paredes, estas no tenían más remedio que escuchar su aburrida cháchara.
- Debo informarla, que no está permitido deambular por el aparcamiento en horas de clase.
Se volvió pensando que la habían pillado infraganti, pero lo único que vio fuer la pícara sonrisa de Tristán.
- No me puedo creer que hayas hecho pellas, creía que eras el típico empollón, que decepcionante.
- Lo mismo digo, ¿tantas ganas tenías de verme?¿Soy tu segundo plato después de haber roto con él?
- ¡Claro que no!¡Antes muerta! ¿Sabes qué? Debería dejarte arreglarte para tu cita con Verónica, no tengo ganas de practicar, que te lo pases bien.
- De eso nada, ya estás montando en la moto – dijo poniéndose el casco.
El viaje con Tristán fue mejor de lo que esperaba, aunque demasiado corto para su gusto, con Ángel había tardado el doble y habían ido a la misma velocidad, por eso Clara no tardó en deducir lo que había hecho Ángel, ¡qué cerdo!
Tristán le lanzó un palo sin contemplaciones, y antes de que pudiera defenderse atacó por el flanco derecho.
- Primera lección, tienes que estar siempre alerta.
Clara comprendiendo su juego, se le encendieron las mejillas de rabia, estaba intentando dejarla en ridículo.
Contraatacó con fuerza, pero él se limitaba a defenderse, no hacía nada por devolverle las estocadas. Clara empezaba a cansarse, haber empezado con tanta fuerza que ya se había cansado, lo que él ahora aprovechaba con cada estocada, gastar las pocas fuerzas que le quedaban, consiguiendo así desarmarla sin esfuerzo. Cogió el palo con delicadeza mientras posaba la punta del suyo, sobre su corazón.
- Segunda lección, reserva tus fuerzas, no puedes permitirte gastarlas demasiado pronto, así resulta más fácil derribarte, una táctica sencilla es esperar a que el contrincante se canse por si solo, como he hecho yo ahora contigo, volvamos a empezar, no cometas el mismo error.
Clara aceptó la orden con esfuerzo, sabía que tenía que hacerle caso, por su bien tenía que dejar de lado el orgullo.
Se puso en guardia, y esperó a que él atacará, cuando lo hizo se limitó a defenderse como le había visto a hacer a él, hasta que vio un resquicio sin defender por el lado izquierdo, sin pensárselo dos veces asestó un golpe, lo que le hizo ponerse en guardia, sin dejarle oportunidad de volver a darle.
Frustrada intentaba encontrar un hueco donde poder darle, sin éxito, y lo peor de todo era que la única razón por la que aún seguían combatiendo, era porque el quería, sabía que cuando se cansase solo con un movimiento volvería a desarmarla, era todo tan frustrante….
Siguió intentándolo, cada vez con más fuerza, tenía tantas ganas de vencerlo y restregárselo por la cara… Pero eso solo hizo que a la larga perdiera energía, y sus golpes fueran cada vez más débiles y torpes.
Tristán consideró que era el momento de parar, por eso le dijo:
- Has vuelto a cometer la misma imprudencia de antes, así no avanzamos, no puedes dejar que la rabia te ciegue, solo es un estorbo que nos puede costar muy caro, tienes que mantener siempre tu mente en blanco, sin dejar que los posibles comentarios de tu contrincante te afecten, la próxima clase lo practicaremos, para ello tienes cada noche que intentar dejar tu mente en blanco.
Su voz era monótona, no era la primera vez que repetía esas palabras, seguramente también habría enseñado a Ángel, y a Lucía si no lo había hecho su tío.
- Creo que ya está bien por hoy, llegó tarde…
- No hay problema llamaré a Carlos para que me venga a recoger, puedes irte tranquilo.
Tras dirigirle una sonrisa de agradecimiento, la acompañó a la casa donde la esperaba Lucía.
Se estaba marchando pero Clara le detuvo:
- Por favor, no le mientas, puede ser la personas más molesta del mundo, pero no se merece que le mientas, no le digas que la quieres, que estás enamorado de ella, no creo que te haga falta para llevártela a la cama.
- Créeme no lo haré, no puedo ofrecer algo que no me pertenece, y mi corazón es tuyo – dijo guiñándole el ojo, de esa forma que él solo sabía hacer.
Por muy acostumbrada que estuviera a que ligaran con ella, está vez tubo un significado especial, no era un chico cualquiera, era Tristán, posiblemente era la primera vez que mostraba sus sentimientos, seguramente no era la primera vez que decía esas palabras, pero si la primera que no mentía, por mucho que él se empeñara en negarlo.
Sabía que era muy egoísta por su parte, pero no pudo evitar desear, que resultase la peor cita de su vida, que le oliera el aliento, que se pusiera tanto perfume que la dejase inconciente, cualquier cosa…