Clara salió aliviada del metro, los últimos minutos habían sido especialmente incómodos. Ángel había estado distante sumido en un estado letárgico.
Ante ellos, había una multitud de gente, sería imposible hacerse camino entre ese tumulto, y mucho menos encontrar a Leonardo.
Ángel le dijo al oído:
- Están esperándonos fuera de la estación del metro.
¿Cuántas personas había? No podía dejar de pensar que estarían observando cada movimiento que hiciese, criticándola, juzgándola, ¿y si no era lo bastante buena para tal honor?
El resto del camino, se imaginó como podían ser. Lo que no se imaginaba ni en sueños, era a un grupo donde el mayor apenas tenía veinticuatro años. ¿Cómo podía ser uno de esos el mejor forjador de espadas del mundo?
La que más le llamó la atención fue una chica de alrededor quince años, el pelo lo tenía rizado y negro como el carbón, sus vivases ojos verdes captaban cada uno de sus movimientos como ella había predicho. Su pose denotaba petulancia y su mirada desafiante la hizo reír ¿qué se creía esa niña? ¿De verdad se pensaba que podía contra ella? La miró más fijamente, y se dio cuenta de que era bastante probable que así fuera, a pesar de su corta edad era bastante más alta que ella, lo que no era ningún logro dada su baja estatura.
A su lado había un chico con más músculo que cuerpo, llevaba el pelo rapado, el brilló de sus ojos color avellana se acentuaron con la sonrisa que le dirigió al verla, no había burla ni fanfarronería en él como en la chica, parecía de lo más encantador.
Apartado del grupo, estaba un chico de porte firme, sus ojos como el ámbar le dirigió una mirada penetrante, no era como la de Tristán, pero se sintió incomoda y aparto la mirada.
Ángel fue saludando a uno por uno, mientras, ella estaba parada, observándoles.
El primero en acercarse a ella fue el mayor, que le dio dos besos en las mejillas cortésmente, y se presentó:
- Hola, soy Miguel y ellos mis hermanos, y tú debes de ser Clara.
A Clara, no le sorprendió escuchar su nombre de boca de ese completo desconocido.
La que no estaba por la labor de acercarse a ella como si tuviera la peste, era la chica,¿pero que le pasaba a esa niñata repelente?
Ángel aprovechando el silencio, preguntó:
- ¿Hay novedades?
- A estas alturas ya sabrán que estáis aquí, últimamente nos tienen más controlados de lo normal, seguramente se habrán enterado de la incorporación de Clara, tienen espías por todas partes – dijo el chico de la esquina que se había acercado a saludarles.
- ¿Enserio? – dijo Clara mirando a un lado y a otro por si la estaban observando.
La chica hizo una mueca desdeñosa y dijo:
- Por Dios Diego, tu sabes tan bien como yo que es una incompetente, tantos años de investigación para nada y todo por está… – Tomás no le dejo terminar dándole un fuerte pisotón.
- Disculpe a Paula, no lo dijo con mala intención, mi hermana aveces es muy impulsiva – la excuso Tomás.
Clara se quedo alucinada ante los intachables modales de Diego, no era la primera vez que la trataban de usted, pero si la primera que provenía de un chico tan joven.
Clara dio un respingo al oír una rama romperse a su espalda,¿se estaba volviendo paranoica?. Miró a los demás en busca de apoyo, pero sus rostros alertas en busca del peligro la asustaron aún más.
Clara oyó como Diego le daba inútiles instrucciones a Paula de llevársela lo más lejos posible. Como era de suponer Paula no estaba por la labor, había agarrado con fuerza el pomo de su espada, iba a dejar claro su superioridad a Clara, y nada ni nadie iba a impedírselo.Ángel no paraba de reprocharse el haber dejado en bandeja a sus enemigos la emboscada, habían quedado en un sitio apartado buscando tranquilidad, refugiados de miradas indiscretas donde pudieran hablar sin temor de ser escuchados, un terrible error que les podía costar la vida, y aún así no era su vida la que le preocupaba, Clara no había sido preparada para ese enfrentamiento, y ellos lo sabían, podían usar esa información a su favor, por eso tenía claro que había que proteger a Clara costase lo que costase. Fue un alivio contar con los tres hermanos, ellos sabían tan bien como él lo importante que era la vida de Clara, ahora que por fin la habían encontrado perderla sería…
Todos pudieron ver a un grupo de siete personas saliendo de los matorrales, la desventaja numérica supuso un duro golpe para el grupo, que se dispuso a enarbolar las espadas, todos menos Clara, ¿cómo iba a defenderse sin espada? No podía quedarse parada mientras los demás luchaban por sus vidas, tenía que hacer algo.
El choque de las espadas hizo imposible oír el gritó de advertencia de Ángel, y cuando se quiso dar cuenta ya era demasiado tarde, un hombre le estaba cogiendo por el cuello empuñando un cuchillo contra su cuello, al menor movimiento estaba muerta. Gritó con todas sus fuerzas en busca de ayuda, pero era imposible todos estaban ocupados defendiéndose, ella era la única que se había quedado quieta en busca de la muerte.
Ángel contraatacó con fiereza al oír el grito de Clara, tenía que hacer algo. Mientras tanto Clara no paraba de darle vueltas a una idea descabellada, cada vez más convencida. Con todas sus fuerzas procedió a darle una patada en los huevos, como había calculado tenía unos minutos para echar a correr en lo que el hombre se recuperaba del golpe, ¿pero a donde? ¿Debía quedarse o salir corriendo con toda sus fuerzas? Optó por la segunda opción, era lo más razonable, al fin y al cabo solo era un estorbo.
Les había costado toda la tarde encontrarla, estaba en una cafetería a la que había ido en busca de protección.
Clara se lanzó a los brazos de Ángel, se había sentido culpable al dejarle solo, no pudo contener las lágrimas de indefensión, alegría y miedo que vinieron a continuación, por lo general ella no era llorona pero lo que había empezado como un juego se le estaba yendo de las manos, todavía recordaba gravado a fuego en su memoria el cuerpo inerte atravesado por la espada de Miguel. Nuevos sollozos, Ángel no sabía que hacer, esa situación le ponía muy incómodo, no sabía que decirle, no quería parecer estúpido y mientras el decidía que decirle Clara, ella seguía llorando desconsoladamente.
- Tranquila, no pasa nada, no dejare que te pase nada, ¿lo sabes verdad?
Clara lo abrazo más fuerte, y se dejo llevar por su dulce voz, por un momento pensó que no había pasado nada, que no pasaría nada mientras Ángel estuviera presente, pero eso no era verdad y ella lo sabía, en unos segundos volvería a la realidad, a la cruel realidad.
- Será mejor que nos sentemos, estamos llamando demasiado la atención – dijo Tomás impasible.
En ese momento Clara se dio cuenta de que Miguel y Paula no estaban,¿les habría pasado algo?
- ¿Dónde están Paula y Miguel?
- Miguel ha llevado a Paula a casa, le han herido, nada grave pero es mejor curarla cuanto antes – le respondió.
- ¿Y qué hacemos aquí?
- Esperamos a Tristán.
- ¡¿Qué?! ¿Por qué? – gritó.
Clara horrorizada no se podía creer que tuviera que admitir ante Tristán el vergonzoso incidente que acababa de protagonizar comportándose como una cobarde.
- No sería bueno para nuestra reputación que se nos acuse de asesinato, hay que deshacerse de las pruebas- le dijo Ángel.
- Por eso son esenciales las espadas de mi padre, al poder transmitirles parte de magia podríamos incinerar los cuerpos sin necesidad de Tristán, deberíamos haber sido más precavidos – se lamento Diego.
Clara había dejado de escuchar al oír que habían matado a todo el grupo,¿Cómo había llegado a parar con ese grupo de asesinos?

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