sábado, 9 de abril de 2011

CAPITULO 5. UNA PESADILLA DISFRAZADA DE SUEÑO.

Tristán había llegado lo más rápido posible, y solo se relajó al verla sana y salva, pero la preocupación seguía estando ahí, y no pudo evitar decir:
-         Clara, ¿estás bien?
Había tanta preocupación en su voz que casi la asustó, sus ojos recorrían su cuerpo intranquilo buscando hasta el más mínimo rasguño, a Clara no le paso desapercibido el breve vistazo a su escote.
-         Estoy bien,¿desde cuándo te preocupas por mí?
-         No lo ago, solo había albergado la esperanza de poder abrir una botella de Chamlang, seguramente ya habrá otra ocasión.
-         Siento haberte decepcionado, la próxima vez seguro que caeré muerta si eso te consuela.
-         Seguramente será el mejor día de su vida, porque no solo brindara por una muerte – dijo Ángel.
Clara se sonrojó por la indirecta, Ángel era tan dulce… casi parecía un ángel de verdad.
-         ¿Quién su perro? Se parecen mucho – dijo con un aire malévolo.
Tal vez la iluminación del local la había confundido, ¿de verdad había pensado que Tristán podía estar preocupado por lo que le pasase a ella? Dudaba seriamente que pudiera siquiera sentir compasión sino era por si mismo, por eso abrió la boca para contestarle, pero la cerró al instante al recordar la historia que le había contado Ángel. Él sonrió socarronamente al dar la batalla por ganada, Clara cerró el puño con fuerza, sabía que no iba a aguantar mucho con esa farsa, tarde o temprano acabaría por soltar todo lo que pensaba de él, y cuando eso ocurriese, ella ganaría la batalla, y la guerra.
-         ¿Ya te has encargado de los cuerpos? – le preguntó Tomás, ajeno a la pelea que se acababa de desencadenar.
-         No, tenía otras cosas que hacer.
-         ¿El qué, mirarte en el espejo? – se burló Clara.
-         Tenía que asegurarme de que estabas bien.
-         ¿Para ver si comprabas la botella de Chamlang?
-         No me puedo creer que a estas alturas no sepas lo que significas para mi .
La miró haciéndola sentir desnuda, sonrió tontamente,¿qué le estaba pasando?
-         ¿Qué significo para ti? – dijo Clara, sin quitar la estúpida sonrisa de la cara.
Ángel no le dio tiempo a hablar:
-         Ahora que ya has visto que esta bien, ¿puedes ocuparte de los cuerpos?
-         Creo que será lo mejor.
Clara lo miró mientras se iba, despertándose poco a poco de lo que había sido un sueño maravilloso.


Clara ya no podía moverse, después de haber caminado entre la maleza media hora con unos zapatos nada adecuados, cuando por fin Tomás anunció que ya habían llegado, pero,¿adonde?, ahí no había nada más que árboles.
-         ¿Dónde está la casa?
-         Estos árboles han crecido bajo la magia, lo que crea una barrera indestructible que solo pueden atravesar ciertas personas, y al ser la magia de la madre tierra, es más poderosa, porque cuando son creados empiezan a ser como los demás árboles pero con algunos poderes, por lo que no dependen de la magia de la portadora.
-         ¿Y cómo va a llegar Tristán?
-         Para él, no es su primera visita.
Clara no se molestó en preguntar nada más, y se adentro entre los árboles que no opusieron resistencia, tampoco es que unos árboles pudieran hacerlo, pero si una cosa había aprendido en ese poco tiempo es que no había nada imposible.
Detrás de esa arboleda había una casa enorme, habría sido una casa preciosa si no fuera por la decoración que la hacía parecer apagada, sin vida.
Al segundo salió a recibirles una mujer que era la viva imagen de Paula, posiblemente lo único que marcaba la diferencia eran las arrugas y la sonrisa.
-         ¡Ángel! Me tenías preocupada, llevo sin noticias de ustedes desde el verano, y ya estamos en octubre,¿Cómo están Lucía y Tristán? – a pesar de la reprimenda no había cambiado su expresión.
-         Están bien, Tristán está en camino.
La mujer hizo un leve gesto de contrariedad, eso significaba hacer comida para más personas de las que contaba, pero nunca dejaría sin comer a nadie bajo su techo.
Por primera vez miró a Clara, percatándose en ese momento de su presencia.
-         Hola Clara, yo soy Paloma, la madre de Miguel, Paula y Tomás.
A Clara, le estaba empezando a enfadar que todo el mundo supiera quien es, pero aún así la saludó amablemente.
Les dirigió a una salita, estaba casi vacía, y lo poco que tenía estaba amueblado igual de soso que el resto de la casa. En el sillón estaba un hombre que no se molestó en levantarse a saludarles, simplemente hizo un ligero movimiento con la mano, sin embargo se tubo que levantar igualmente para comer, lo que le costo mucho porque lo que había perdido de pelos lo había ganado en kilos.
En el comedor ya sentado se encontraba Tristán, que charlaba animadamente con Paula, desde allí Clara logó oír parte de la conversación:
-         ¿Ves esto Tristán? – dijo Paula señalando la venda que tenía en el brazo – Es por culpa de Clara – dijo tan burlonamente su nombre, que Clara supo que Tristán no la dejaba insultarla – nos dejo combatiendo en inferioridad numérica y se fue dejándonos colgados, no se como logró escapar con vida.
-         No gracias a ti – le respondió ella.
Paula, no se achantó como había previsto Clara:
-         Yo luchaba con honor, defendiendo mi vida, no deje la batalla a la suerte.
-         Lo único que hubiera conseguido quedándose es morir, aún no se ha iniciado en esgrima, y si no lo sabías Paula, muerta no nos sirve de nada, es lo mejor que podía haber echo – la defendió Ángel.
 
Clara no supo apreciar la ayuda, lo único que había oído es como Ángel decía que solo la quería viva porque la necesitaba, nada más.
Se sentó en la mesa lo más lejos posible de Ángel, y enfrente de Paula, si quería guerra la iba a tener.
La cena no resultó ser como había pensado, Paula no paraba de coquetear descaradamente con Tristán lo que a él no parecía molestarle en absoluto. Cuando este se dio cuenta de la expresión crispada de ella, empezó a juguetear con la mano de Paula y a decirle cosas al oído que no lograba oír. Arta de ese numerito, decidió mirar hacía otro lado, intentó atraer la mirada de alguien, esperando que se dieran cuenta de la escenita que estaban montando esos dos, pero nada, la única que logró captar fue la de Ángel, pero, ¿qué podía hacer él?
Nuevas risitas, y mientras, los demás seguían hablando animosamente sin darse cuenta de nada. Tenía que hacer algo, la vomitiva risa de Paula seguía resonando en sus oídos hasta que no aguanto más, y dijo para interrumpir la conversación:
-         Tristán, hay una cosa que no entiendo, si tu cumpleaños es en verano y el de Lucía en primavera, y tenéis la misma edad, ¿quiénes son sus padres?¿Y de Marcos?
Tristán dio un respingo al oír ese nombre, ¿Cómo lo sabía? Solo podía haber una explicación, fulminó con la mirada a Ángel, y salió de la habitación esperando a que le siguiera.
-         Disculpadme, tengo que ir al baño.
-         Yo también, ¿Ángel podrías mostrarme el camino?
Ángel, le lanzó una mirada de advertencia, pero fue hacia la puerta y le dijo:
-         ¿Vienes?
Con una sonrisita de suficiencia le siguió por el pasillo, hasta que oyeron una voz a sus espaldas, se giraron y ahí estaba la imponente figura de Tristán.
-         Para que trajiste a Clara, ¿para qué te proteja?
-         Yo no la he traído, ha venido por si sola, puede hacer lo que ella quiera, no soy su dueño.
-         Qué enternecedor por tu parte no querer morir solo, aunque tengo que admitir, que me resultará más difícil matarte con ella delante.
-     Aquí me tienes, hazlo si te atreves.
Tristán cerró el puño con fuerza, estaba asiendo un gran esfuerzo para no pegarle un puñetazo, pero se sobrepuso a la rabia y preguntó:
-         ¿Por qué se lo dijiste?
-         Creí que tenía derecho a saberlo – replicó con frialdad.
-         Tienes razón tenía derecho a saberlo, es más tiene derecho a saber también tu historia, ¿no crees?
-         No te atreverás – dijo empujándole con toda su fuerza.
-         Pruébame.
-         ¡Ya basta! No quiero saber su estúpida historia, al fin y al cabo solo soy un instrumento que necesitas vivo para vuestra asquerosa misión ¿no?
-         Clara yo no quería decir eso, sabes que para mi significas mucho – se justificó Ángel.
-         No lo suficiente para contarme tu historia, creí que eras mi amigo, me equivoqué.
 Tristán la cogió del brazo con fuerza para impedir que se fuera.
-         Tristán suéltame, por favor – le imploró sin éxito.
-         No puedo dejarte ir así.
-         ¡Qué me sueltes! ¡Vete con esa zorra!
Tristán, sorprendido aflojó la fuerza un segundo que ella aprovechó para escapar lo más rápido y lejos posible,  y se acordó por el camino, las palabras que siempre decía Margarita, la gente no cambia con el tiempo, muestran su verdadera cara.

2 comentarios:

  1. Me encanta!!! como no jejeje pero sobre todo me encanta tristan!!! sigue asi!

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  2. grax!! a mi tb m encanta el tu libro sobre todo Bruno jeje

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