miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAPITULO 14. Confianzas mal depositadas

A la señal de Diego, todos salieron de arbusto hacía el lugar que iba a ser “el campo de batalla”. Iba a ser pan comido, como habían previsto era un grupo muy pequeño, pues como Tristán se había encargado de hacerles creer solo tendrían que enfrentarse a uno de ellos. Por eso, Paula no se extraño del asombro de sus contrincantes al ver aparecer a cuatro personas más de las previstas.
A pesar de su desventaja numérica los hombres avanzaron como ellos habían previsto, era cuestión de orgullo, preferían morir antes de ser considerados cobardes. Diego decidió que serían benévolos con ellos, la valentía era una de las cosas que más apreciaba en una persona y por eso su muerte sería lo más rápida posible.
Ángel sorprendido por la aparición de sus amigos dejó caer la guardia un momento, pero en seguida se puso alerta de nuevo, le sorprendió que Tristán los mandase a salvarle el pellejo después de todo lo que le había dicho, pero no por ello dejó de agradecérselo, no podía negar que en varias ocasiones estuvo a punto de huir y salvar la vida, pero había desistido al darse cuenta de que no podría mantener ningún contacto con la gente que quería, y al fin y al cabo. ¿Qué sentido tiene vivir solo?
Todos interrumpieron sus pensamientos al oír las órdenes de Tomás, los grupos eran claros: Paula y Miguel, Ángel solo y él y Lucía. Paula y Miguel tenían que ir a por los dos hombres de la izquierda, Ángel al hombre de la derecha y él y Lucía por el del medio. Se había puesto con Lucía porque la consideraba la más débil, pues su carácter pacifista la debilitaba en una pelea, muchas veces había intentado que Tristán se deshiciese de la absurda idea de mandarla a combatir, todas sin éxito, estaba intentando convertir a su hermana en algo que no era, y lo único que estaba consiguiendo era perjudicar a los demás.
  Diego intentaba con todas sus fuerzas que Lucía se implicara más en la lucha, pero cada una de sus técnicas era rechazada al instante por Tristán, lo que no le era muy ventajoso. Una idea macabra se le paso por la mente, su amigo no tendría que enterarse nunca y si las cosas salían como el preveía harían un gran progreso.
Fue corriendo hacía el hombre que se había asignado y con un movimiento rápido lo inmovilizo, y le dijo a Lucía:
-        Mátalo, solo tienes que cortarle el cuello, será una muerte rápida y sin dolor, te lo prometo.
Lucía no movió ni un dedo, simplemente se limitó a mirarlo fijamente, para después decir:
-        Solo estoy aquí porque al contrario que tú yo si respeto vuestros puntos de vista, siempre he pensado que la guerra nunca es la solución, pero también comprendo que solo lo hacéis como defensa propia y que no disfrutáis con ello, pero yo seguiré pensando que hay otros medios y no me pienso manchar las manos de sangre, espero que entiendas mi parecer igual que yo comprendo el tuyo.
Había tanta firmeza en su voz que Diego no pudo evitar alabarla interiormente por ello, pero aunque exteriormente no se notaba su perplejidad, su contrincante si notó que había aflojado la presión de sus brazos, lo que aprovechó a su favor adueñándose de la situación, posiblemente no saliese con vida de esa batalla pero se llevaría consigo a los máximos posibles.
Lucía aterrorizada miraba impotente como poco a poco la cara de Diego cambiaba de color por la falta de aire, su agresor lo estaba ahorcando con todas sus fuerzas y pronto lo dejaría sin aire si ella no hacía nada.
Tomás notó como las manos que antes le sujetaban con firmeza el cuello lo soltaban y caían al suelo, Lucía había dejado caer una espada chorreante de sangre para arrodillarse junto a él.
-        ¿Lo has matado? – dijo incrédulo.
A su lado se encontraba el cadáver, había sido certero justo en el corazón, demasiada puntería para una principiante se dijo, pero no era momento para preocuparse por trivialidades, estuvo a punto de morir y la mismísima Lucía le había salvado empuñando un arma.
-        Creo que el término correcto es: “me has salvado la vida gracias” – dijo sonriéndole falsamente.
Diego conmovido por el fallido intento para aparentar estar bien de Lucía le cogió la mano y le dijo:
-        Quiero que sepas que nunca podré agradecerte lo suficiente que me hayas salvado, haz hecho lo correcto, no tienes por qué echarte la culpa.
Lucía se ruborizó y apartó la mano, nunca había visto a Diego de esa forma, y no volvería a ocurrir. Secretamente lo había detestado todo ese tiempo, había intentado borrar tales pensamientos de su mente, pero al final había optado por ocultar el desprecio. Era como un robot, sus movimientos eran siempre mecánicos, no hablaba si no le preguntaba, y sobre todo no sentía. A Lucía no le importaría su infelicidad si no fuera tan insensible, aprovechaba cada mínima oportunidad para atormentarla e intentar que aprendiera a luchar con mil estratagemas distintas, nunca lo había conseguido hasta ahora, cuando sin darse cuenta estaba salvando su miserable vida sacrificando otra.
Se giró indignada y hecho a correr hacia ningún punto en concreto, creando árboles tras de sí para que no la siguiese.



     Miguel corrió donde se encontraba Paula pero era demasiado tarde. Por culpa de las estupideces de su hermana el hombre se había escapado. Sabía que no debería haberla dejado torturarlo de tal forma, y que Diego le había dejado a su cargo por esa razón, pero le fue imposible oponerse mientras luchaba con el otro hombre. Había logrado vencer, pero ya era demasiado tarde, estaba demasiado lejos y sería imposible alcanzarlo, hace apenas unos segundos habría asegurado que después del terrible tormento que le había hecho pasar su hermana no sería capaz de moverse, pero debería haber pensado que el instinto de supervivencia sería más fuerte. Ahora estaba todo perdido, les contaría a los demás donde estaban y enviarían refuerzos de inmediato, lo que les pondría esta vez en desventaja, no les daría tiempo de deshacerse de los cuerpos e irse antes de que llegasen, era imposible.



        Ricardo había logrado escapar, no sabía donde se dirigía porque no tenía donde ir, había deshonrado a todos huyendo y prefería que pensasen que estaba muerto a que supieran la triste realidad.
        Miró su aspecto y suspiró, tenía toda la camisa rota y manchada de sangre, con un suspiró la metió en la mochila de acampada donde había colocado la espada, se puso unas vendas ccon cuidado y se puso otra camisa, con suerte el color negro disimularía la sangre. En cambio la cara estaba perfecta, el demonio de chica que le había torturado solo se había centrado en el pecho.
         Todo cambió al ver a la chica rubia que estaba enfrente de él, seguramente era una chica del grupo rezagada, si la capturaba todo daría igual, iba a dejar de ser un cobarde para convertirse en el héroe.
        Las mejillas de Clara perdieron todo su color, no conocía a ese hombre, pero si imaginaba quien era ella estaba perdida, necesitaba un plan y rápido.
-        Señor, ¿podría ayudarme? No soy de aquí, y me he perdido, ¿Sabría indicarme el camino a la carretera?
Clara pensó que posiblemente colase, llevaba ropa deportiva por lo que podía pasar por una excursionista que se había perdido, tampoco llevaba la espada, ya que desgraciadamente se le había olvidado en el coche y no se había dado cuenta hasta ese momento.
Para el alivio de Clara, el hombre la creyó, pensando seguramente que era una chica inofensiva, y tal vez lo fuese.
-        Claro, en realidad la carretera está muy cerca, si hubieras caminado un poco más la hubieses encontrado, aunque me alegro de que no haya sido así – dijo con una sonrisa pícara.
Clara le devolvió la sonrisa divertida, estaba ligando con ella sin saber que realmente lo que tenía que hacer era matarla, no pudo evitar imaginarse su cara si supiera la verdad.
-        No quiero parecer estúpido, pero parece que me he perdido algo, me miras y te ríes como una loca…  La última vez que miré no tenía monos en la cara, pero no es que ahora mismo me esté fijando en eso precisamente… - Clara no pudo evitar partirse de risa ante la descarado comentario.
Ricardo la miró desconcertado, siempre había sido un hombre seguro de si mismo, pero esa extraña chica le estaba empezando a hacer dudar de si mismo. Tenía unos veintitrés años muy bien llevados, y el continuo ejercicio y la esgrima le habían dejado un cuerpo digno de admiración, que junto con sus ojos azules y su pelo rubio esmeradamente cuidado, dejaban muerta a cualquier chica. A veces su personalidad espantaba a muchas, pero ese no era el problema de la chica ya que no le conocía. Tampoco es que fuera posible de que el rumor de sus ligues de una noche hubiese llegado a los oídos de esa chica, así que, ¿qué pasaba?
-        Normalmente se aceptar una derrota, pero me pica la curiosidad, ¿qué te ha hecho rechazarme tan pronto sin tan si quiera darme una oportunidad?
Clara suspiró, supuso que no se iba a dar por vencido, y tendría que inventarse una excusa:
-        Tengo los ojos puestos en otro, es imposible pero… bueno en realidad Trist… él es imposible. Es algo difícil de entender – Clara suspiró nerviosa por haber reaccionado  tiempo de decir su nombre.
-        Vaya… me resulta increíble creer que una chica como tú se le resista a cualquier ser humano – dijo otra vez con su estúpida sonrisa sin retirarse.
-        Creo que no me has entendido, no quiero sustituirle de ninguna forma, así que pierdes el tiempo, y aunque no estuviese nadie de por medio, nunca la daría una oportunidad a ningún tío que utilice unos métodos tan pobres para ligar – dijo devolviéndole el pisotón que le había dado.
Ricardo sonrió y corrió por donde había huido, cuando la encontró Clara estaba sin aliento y le dijo:
-        ¿Vas a pegarme? – dijo levantando las manos.
-        Creo que haré algo peor, voy a hacer que me cuentes que pasa con ese chico, incluida la dirección para que pueda darle una paliza.
Clara sonrió, sería divertido ver la cara que pondría el desconocido al ver que sería él el que la recibiría si se metía con Tristán.
-        Tengo por norma no contarle mi vida privada a desconocidos.
-        Entonces habrá que cambiar eso, me llamo Ricardo, ¿y tú?
-        Clara – lo dijo casi inconscientemente, por alguna razón le era imposible desconfiar de él – bueno, supongo que tendremos que sentarnos, es una historia bastante larga.


Fernando miraba con regocijo como Tristán poco a poco se iba quedando sin vida, redondeando posiblemente le quedase media hora de vida. Podía salvarle en ese mismo instante con el medicamento que llevaba en el bolsillo, pero no lo haría. Había tenido tiempo para meditar, y había decidido que no merecía la pena, Clara lo superaría, le diría que había hecho todo lo posible pero que no llegó a tiempo, después volvería a ganar su confianza consolándola y estando a su lado, todo era perfecto.
Habría sido un buen plan si el móvil de Tristán no hubiese sonado, estaba tan intrigado que no pudo evitar contestar:
-        ¿Diga?
-        Por dios Tristán, ¿dónde te habías metido? Estaba muy preocupada, tienes que venir inmediatamente es urgente, un hombre se escapó y traerá refuerzos, no sabemos que hacer y te necesitamos, además no podemos irnos y dejar los cuerpos aquí. – dijo una chica desesperada – Además te conviene venir por otra cuestión, es Clara, creo que trama algo, oí a Paula mientras hablaba con ella, y seguro que viene para aquí, así que te recomiendo ponerte las pilas - la chica colgó inmediatamente después.
Fernando tenía que salvarla si corría peligro tenía que estar allí, pero al parecer el único que sabía como encontrarla era Tristán.
   Con un suspiró se arrodilló junto a él y le dio hasta la última gota del contenido del pequeño bote, después se sentó en una silla esperando a que volviese en sí.


Clara por fin había acabado de contarle a Ricardo su vida, desahogándose como nunca había hecho con nadie. Había sido bastante difícil contarle su vida sin mencionar que era una especie de bicho raro que podía controlar todo lo procedente del aire, pero aún así le fue de mucha ayuda.
-        Vaya, no se como te la  ingenias para contarle toda tu vida personal a un completo desconocido, podría ser un asesino a sueldo.
-        No te veo capacitado para ser un asesino, se necesita algo de inteligencia. Y si te cuento mi vida personal, es porque espero que me des un gran consejo de psicólogo que me resuelva la vida, aunque… quizás sea mucho pedir – dijo mirándole de arriba abajo con una gran sonrisa.
-        Me ofendes, que sepas que te voy a dar un consejo que no sería capaz de darte ningún psicólogo – hizo una pausa para reírse de su propia ocurrencia – Deja a los dos chicos y escápate conmigo, te prometo que será el mejor fin de semana de tu vida, los olvidaras por completo a los dos te lo aseguro, incluso a tu nuevo padre.
-        Ahora comprendo porque decías que ningún psicólogo me daría ese consejo – dijo Clara divertida – Pero, mucho hablar de mi me está aburriendo, no se nada de ti, así que ya estás empezando a confesar tus pecados.
-        No hay mucho que decir, voy a la universidad pero en mi tiempo libre lucho contra el mal manifestado en unas personas aparentemente normales, ya sabes lo que se dice una vida normal.
Clara sabía que lo decía de broma, solo para hacerla reír, pero por mucho que lo intentó no pudo hacerlo, la atmósfera ya no era afable, si no que el buen rollo que predominaba fue cortado de golpe.
   Clara hizo además de levantarse e irse, pero Ricardo fue más rápido, se levantó y le ofreció la mano como un caballero.
   Ya en pie Clara se dio cuenta que Ricardo no dejaba de mirarle la muñeca, extrañada miró también pero lo único que vio fue la pulsera que le había regalado su padre hacía muchos años atrás.
-        Es una pulsera muy bonita, ¿es de oro?
Además de un asesino también era un ladrón. Todo ese rato se había olvidado con la persona con la que estaba hablando, realmente no sabía nada de él, simplemente era un chico simpático que la había hecho reír durante unos minutos, tenía que ser coherente y no dejarse engañar.
-        En realidad solo es imitación, ya sabes, valor sentimental y todo eso, era de mi madre – dijo quitándole el valor que realmente tenía.
-        El águila es realmente preciosa, tu madre tiene muy buen gusto – dijo sin apartar la mirada de la pulsera.
-        Tenía, murió poco después de yo nacer.
Se giró antes de ver como cambiaba la expresión de Ricardo, estaba demasiado concentrada pensando de cual de sus dos madres provenía la pulsera.
Para Clara todo sucedió muy deprisa, Ricardo había sacado su espada de la gran mochila azul que llevaba en la espalda, y le había dado con el pomo en la cabeza dejándola inconsciente.
-        Lástima, me caías bien – le dijo al oído mientras se agachaba para cogerla en brazos.



Tristán se despertó confuso, solo recordaba una luz segadora, después de eso, solo oscuridad.
   Cuando por fin logró abrir los ojos, un hombre vestido de negro y expresión huraña le miraba sentado en la silla del escritorio, como si fuese lo más normal del mundo su presencia allí, en SU cuarto.
-        Creí haberle dicho a Lucía que no dejase entrar a más vagabundos – dijo Tristán con una sonrisa forzada.
El extraño no se dio por aludido, siguió observándole detenidamente, como si le fuese la vida en ello.
        De pronto se le pasó una idea por la cabeza y se incorporó rápidamente, Clara no estaba por ninguna parte, seguro que se la habían llevado por ponerse a dormir y dejarla desprotegida, había sido un estúpido y tenía que solucionarlo como fuese.
-        ¿Donde está?¡Se que sabes donde está!¡Responde! ¿Donde se la han llevado?
-        Tengo que admitir que me agrada la idea de que mi hija te importe tanto, pero espero que no te moleste si te pido que te alejes de ella.
Tristán volvió a fijarse detenidamente en ese hombre, para darse cuenta de que era el mismo que había llevado a Clara a su casa. Si tenía razón había muchos motivos por los cuales no podía ser su padre.
-        Se qué no eres su padre, así que dime quién eres realmente, y te advierto no me gustan los juegos.
-        Veo que hay problemas en el paraíso, pensé que te contaría que es adoptada y quienes son sus verdaderos padres, quizás me he equivocado y no significas tanto para ella como pensaba…
Fernando sonrió con regocijo al ver la expresión compungida de Tristán. Sabía perfectamente que Clara no había tenido tiempo de decírselo, pero eso él no tenía por que saberlo.
-        Deberías saber que tenemos que rescatar a una fugitiva en apuros, Clara se ha escapado y no tengo la menor idea de adonde ha ido, pero al parecer tu sí.
Tristán soltó una maldición por lo estúpida que podía llegar a ser, y fue en busca de sus cosas.



Tomás avisó al resto de que un hombre se acercaba por la izquierda con una mujer a cuestas, parecía que la llevaba con facilidad, pero él sabía lo agotador que podía resultar la tarea y lo fácil que podía ser matarlos. Hizo una rápida estrategia en unos segundos, y se felicitó por la rapidez de sus pensamientos.
-        Yo que tú no haría nada Tomi, no te recomiendo lanzarte contra mí, a no ser que no te importe la vida de esta belleza llamada Clara, ahora mismo está fuertemente sedada por lo que dudo que pueda hacer gran cosa, es más, opino que será mejor llevarla ante Marco, creo que se va a divertir mucho en su compañía.
Ángel tensó los músculos al oír el nombre de Marco, si permitía que Marco la viese posiblemente nunca llegaría a recuperarla, iba a dar un paso adelante cuando Tomás se lo impidió, dejando a Clara a merced del enemigo.

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